Cuando
Daniel Canogar a través de su página web, o bien mediante el catálogo de la
exposición, nos da cuenta de sus hallazgos por chatarrerías realizando tareas
de arqueólogo digital, parece transportarnos a un tiempo indefinido,
controvertido, un tanto ignoto y quizá más allá del Barroco, al que se asocian
algunas de sus piezas por el trampantojo que en ellas se puede contemplar.
En lo
que se viene denominando Era Paleocibernética, hacia 1967, fue cuando se empezó a comercializar la Sony Portapak, se disparó
el vídeo como medio artístico y se empezaron a grabar las performances, las
acciones y se aceleró la desmaterialización del arte conviviendo el videoarte
junto a los micromovimientos que permeaban el arte de vanguardia de los años
ochenta. Siguiendo los estudios de Doug Hall, Martha Rosler o Michael Rush, la
manipulación de la imagen y la intervención en el hardware por parte de Nam
June Paik o los trabajos de Bruce Nauman y Vito Acconci podrían servir para ver
los inicios del complejo sistema visual y sonoro del Media Art que se
multiplicaría con la llegada de la edición digital, Internet, los ordenadores
portátiles o las pantallas planas LCD, desembocando en esta Era Virtual del Big
Data, de cambiantes y rápidas actualizaciones.
Esto
supone unos cincuenta años y es ahí donde la exploración de Canogar se sucede
para devolver una cierta funcionalidad a esos objetos “arqueológicos” al tiempo
que nos hace reflexionar sobre la pérdida de nuestra memoria o del cambio en la
forma de recordar (Véase, Nicholas Carr, Superficiales.
¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Madrid, Taurus, 2011). Podría
ser que al dar nueva vida a esos elementos obsoletos se estableciera una
comparación con nuestra forma de pensar, cada vez más necesitada de medios externos
que nos ayuden a recordar, como si la persistencia de la memoria se fuera pareciendo
cada vez más a la persistencia retiniana.
Pneuma (2009). Es una de esas piezas recuperadas
del deshecho, un cable por donde aún circula el aliento de la técnica.
Small Data (2014-2016), doce instalaciones dedicadas a
viejos aparatos electrónicos, cintas VHS o DVD o teléfonos móviles, recuperados
de centros de reciclaje. Con esta serie Canogar muestra el frágil recuerdo
actual, la memoria la confiamos a los aparatos y es nuestra memoria la que está
en una verdadera nube vaporosa de confusos recuerdos. El título alude y se
contrapone a Big Data, que hace
referencia “a las grandes cantidades de datos que manejan las corporaciones y
los gobiernos sobre los hábitos y la vida privada de las personas” (Catálogo de exposición, pg. 93. Si bien
mucha de la información que aporta el catálogo se encuentra en su página web http://www.danielcanogar.com no se puede dejar de señalar la magnífica
edición de aquél, con unas esplendidas fotografías).
Bruno Latour viene advirtiendo de las huellas digitales que
deja nuestra imaginación en la red, indican el comportamiento humano señalando
hacia dónde van los algoritmos del deseo, dirigiendo estos análisis para fines
comerciales o policiales. A través de docenas de herramientas y un exhaustivo Data-mining o exploración de datos, se
puede absorber esa gran cantidad de datos y representarlos nuevamente a través
de mapas de diversas formas y colores. Así Cannula (2016), al tiempo recoge esas
huellas, alude al expresionismo abstracto a través de la transformación de
vídeos de YouTube, en una búsqueda aleatoria, que se funden junto a otras
formas abstractas y fluidas en una composición líquida, un mosaico visual de
tintes psicodélicos y que da la portada al cuidadísimo catálogo.
Si
consideramos la escultura, en su manera tradicional, como el arte de dar forma,
veremos que podemos seguir aplicándoselo a las piezas de Daniel Canogar. Quizá
lo que cambia en esta forma, es la mirada y la materia. La mirada ya no
necesita tanto de esa facultad háptica que ofrece la tridimensionalidad porque
la materia a la que se da forma, los datos informáticos, es un derivado de la
materialidad, una decantación o, como señala Giuliana Bruno, la materialidad de
lo visual estaría en la relación entre los diferentes componentes (Surface: matters of aesthetics, materiality,
and media. The University of Chicago Press, 2014). Las pantallas LED de
Canogar se convierten en objetos escultóricos, instalaciones tridimensionales
de data fluctuante donde los datos son transformados en animaciones abstractas,
que agitan la curiosidad del espectador para observar también sus “vísceras”
que subrayan el aspecto material para convertirlo en escultura de gran fuerza
plástica.
Echo (2017). Una conexión visual con el sistema
ecológico formada por una serie de LED flexibles para crear pantallas curvadas
dejando a la vista los cables.
Draft (2017). Pantallas escultóricas con
superficie de cristal líquido semitransparente, con una animación generativa
creada con frases extraídas de textos fundacionales del sistema democrático
como la Magna Carta (Runnymede, Inglaterra), la Declaración Universal de los
Derechos Humanos (París) y la Constitución americana (Filadelfia).
Xylem (2016) forma parte de sus “tapices
algorítmicos”. Canogar relaciona esta pieza con los telares que descubrió en el
Museo Amano de Lima, sus exquisitos trenzados están aquí “intentando desvelar
el tejido social que ha creado nuestra sociedad algorítmica” (Catálogo exposición, pg. 127). Xylem, cuya etimología griega nos lleva
a “madera” o “madera seca”, hace referencia al tejido vascular de las plantas
que transporta agua y nutrientes, en el caso de esta pieza, el flujo de
transacciones financieras digitales.
Si nos
paramos a analizar los créditos de cada pieza de la exposición donde hay
múltiples soluciones tecnológicas con mutaciones creativas, veremos que hay un
esfuerzo común del estudio o del taller para la realización de cada una de
ellas. Las manos vienen siendo desde Durero, al menos, un motivo extendido de
la vida activa, del trabajo manual. Al esfuerzo del conjunto y de la pérdida de
protagonismo de la mano del artista alude Plexus
(2016). Unas manos en movimientos ondulantes multiplicadas que genera una
abstracción rítmica. En esta pieza Canogar reflexiona sobre el paso del homo faber al homo ciber, donde las manos (las suyas) intentan expresar la desaparición
de la mano de obra tradicional del mundo laboral.
El
trabajo de Canogar nos lleva hacia un Ars electrónica que encaja en el
paradigma del Media Art donde las formas y los medios tecnológicos condicionan
nuestra cotidianidad. A lo largo de la exposición podemos ver que Canogar no
solo aplica la arqueológica para realizar sus piezas, también la etimología le
sirve muchas veces para llegar al título de cada una de ellas. Asimismo la
tradición artística la podemos observar en la manera de trabajar en su estudio
que nos puede llevar a los talleres renacentistas o barrocos donde había un
estudio y una clasificación de pigmentos o materiales. Arriesgándonos,
combinando los significados griegos y latinos, podríamos decir que su Ars es una suma de varias τέχνες.
Lo
podemos ver en Sikka Ingentium (2017),
una instalación formada por discos DVD a modo de mosaico o friso en altorrelive,
de raigambre escultórica. Además, esta superficie brillante refleja unas
secuencias de películas rescatadas en videoclubes y que encontramos al otro
lado del muro desde donde se proyectan hacia los DVDs, que se relaciona con
cierto modo de actuar en piezas del Expanded Cinema. Entre los principios de
este cine expandido consta una conciencia creativa expandida que ya no puede
especializarse en una sola disciplina artística. Con esto crea una superficie
animada, cromática y muy sugestiva que, siguiendo a Giovana Bruno, “generan
nuevas dinámicas, incluida una forma innovadora de materialidad que es ligera,
difusa, flexible y permeable”. Una superficie, que como en otras, parte de una
imagen figurativa para irse transformando en una composición que recuerda la
pintura abstracta.
El
título, Sikka Ingentium, como se dice
en el catálogo, procede del latín ingentis,
enorme, desmesurado. Sikka hace
referencia a las monedas de oro de Babilonia colocadas sobre la vestimenta para
evidenciar la riqueza de esa persona, aunque también nos puede recordar el
brillo de las teselas en los mosaicos bizantinos. Una instalación donde se
proyecta sobre la superficie brillante del DVD parte de la banda sonora y la
fílmica que contenían. Es un vídeo-mapeado complejo, donde los 2400 DVDs se nos
muestran a modo de altorrelieve audiovisual, una capa acústica generada a
partir de un complejo sampling de las
bandas sonoras de las películas que se proyectan.
Sikka, deriva en inglés en sequins, lentejuelas; brillo y glamour,
superficie artificial y decorativa que se convierte en una potentísima
instalación, en una multiproyección que crea una atmósfera de sugerente fuerza
hipnótica que invade todo el espacio. Esto nos dirige a la última de las grandes
artes tradicionales, la arquitectura o construcción de sus piezas, su diseño, que
a través de la ambición del Expanded Cinema, uno de cuyos primeros exponentes
es Gene Youngblood, nos lleva a Richard Buckminster “Bucky” Fuller, el gran
idealista arquitectónico y medioambiental. A sus cúpulas geodésicas o sus cubos
esféricos se unen sus conceptos de humanidad como un sistema
macrocomunicador, o
el universo como sistema de comunicación en serie donde se generan nuevas
dinámicas. Así en el prólogo de Expanded
Cinema, Bucky Fuller hace la introducción al libro de Youngblood (P. Dutton
& Co., Inc., New York 1970) que remata con un poema titulado
Inexorable Evolution
and Human Ecology
Fear forcing it to acquire
The adequate production-tool complex
As a consequence of inducing humanity
Into an investment and reinvestment
Of its best capabilities and resources
Only in preparation for war.
This inverse procedure will regenerate
To ever higher degree
Both the more-with-less energy processing
And its production equipment.
And when man learns, if he does
To initiate the more-with-lessing
Under peacefully purposed auspices
Peace then will be attained
And Universe sustained
But not until then.
(El ritmo del poema, del que ofrecemos solo los últimos
versos, me lleva a pensar que para hacer una mala traducción prefiero no hacer
ninguna. Dada la trayectoria de Bucky
Fuller, de la que hemos hablado mínimamente y las fechas que se acercan, el
poema completo conecta con el incansable deseo de una humanidad con un futuro
próspero, ecológicamente sostenible y en paz).