Los
inicios artísticos de Balthus están vinculados con Rilke a quien
conoció con doce años, éste le prologa su cuento en imágenes en
tinta Mitsou.
Rilke, en las cartas que le dirige, destaca la riqueza de su visión
interior con breves comentarios sobre André Gide, Piero della
Francesca y Poussin. En esas cartas también se hace mención al
cumpleaños “olímpico” (la calificación es nuestra) de Balthus,
29 de febrero. De ahí, quizá, la infancia interminable como un
tiempo ideal que funciona en Balthus como leitmotiv
en su obra. Destaca en esa influencia, Lewis Carrol con Alicia
en el país de las maravillas
y Pedro
Melenas
de Heinrich Hoffmann. A Balthasar Klossowski de Rola, de niño ya le
llamaban Baltus o Baltusz (así le llama Rilke en las cartas) y en
1929 Balthus.
Su
formación como pintor se inicia copiando,en el Louvre, por consejo
de Pierre Bonnard a sus padres. Copió mucho a Poussin y en 1926 a
Piero della Francesca en Arezzo, asimismo a Masaccio, en la capilla
Brancacci de Santa María del Carmine, en Florencia y de Masolino da
Panicale, que fue el colaborador de Masaccio y, según Balthus,
planteó los fundamentos del arte de Piero della Francesca. Aparte de
Rilke, otros mentores fueron Lotte Pritzel de Múnich, quien le
enseñó a esculpir y a hacer muñecas, Margrit Bay en Beatenberg y
Bill Hayter, grabador a buril y pintor, que dirigía un atelier en
Montmartre.
Servicio
militar en Marruecos, de octubre 1930 a diciembre de 1931, donde se
produce un impasse
en su producción pero también una reflexión sobre los colores y la
luz que le dará madurez, de ahí que Octavio Paz dijera de su obra:
“La luz es tiempo que se piensa”. En 1933 alquila un estudio en
París, se hace amigo de André Derain, Alberto Giacometti, Antonin
Artaud y Pierre Jean Jouve. En 1934 su primera exposición en la
Galería Pierre, que cosechó un succès
de scandale que
no le ha abandonado. Siete obras que él sabía provocadoras hicieron
que la exposición no pasase desapercibida, aunque no vendió un
cuadro. Sus imágenes ya tenían cierto misterio, teatralizadas
mediante gestos dramáticos y expresivos. Como se recoge en el
catálogo de la exposición (pgs. 29-30) fueron las ganas de
notoriedad que tenía y esa provocación fuera el camino para lograr
más rápidamente la fama. Balthus desempeñó el papel de un dandi
ansioso de distinción con tendencia tanto a la vida bohemia como a
la aristocracia.
Con
Antonin Artaud trabajó
colaborando
en la escenografía y vestuario en su obra Los
Cenci
de 1935, su teatro de la crueldad le serviría para reflejar ese
estado de maniquíes que reflejan sus figuras. Personajes
aletargados, vaciados de su interior que funcionan vitalmente como
marionetas disecadas. Aboga por un contenido apasionado del arte que
quiere lograr a través del drama de la carne y del erotismo y
utiliza las transgresiones sexuales de Bataille y de Sade que en los
años treinta resurgió a través de la revista surrealista
Minotaure,
donde
Balthus publicó algunas de sus ilustraciones para Cumbres
borrascosas. También
deseaba
hacerse
famoso, tanto para conquistar a Antoinette de Watteville, de la que
estaba enamorado, como a un público ávido de escándalos, que le
multiplicaron contactos con mecenas de la aristocracia, procurándole
algunos retratos que le proporcionaron cierta tranquilidad económica.
El 2
de abril de 1937 se casa con Antoinette de Watteville estableciéndose
en París, realiza exposiciones en París y Nueva York y es llamado a
filas cuando estalló la guerra; fue excluido por motivos de salud y
se trasladó con Antoinette a Champrovent, en Saboya. En 1946 regresa
a París sin su mujer y sin sus dos hijos que se quedaron en Suiza,
empieza su periodo más productivo, más de cuarenta cuadros y
decorados y vestuarios para representaciones teatrales. En 1947
relación con Laurence Bataille, que tenía 17 años y vivía con su
madre Sylvia Maklès y el compañero de ésta, Jaques Lacan. Éxitos
teatrales y prestigio en alza. Desaparece el elemento perturbador o
escandalizador en sus obras y muestra a las mujeres desnudas frente
al espectador, seguras en sí mismas.
1953,
abandona París, se traslada al château de Chassy, en Borgoña, allí
estaría siete años aproximadamente, pinta las tres hermanas, serie
de retratos de grupo de las tres hijas del galerista Pierre Colle al
tiempo que realiza numerosas obras de rehabilitación. Estaba con él la
poeta Léna Leclercq, amiga de Giacometti, que permanecería junto a Balthus hasta 1955, luego
mantendría una relación amorosa con Frédérique Tison, hijastra de
su hermano Pierre. En 1956 nueva exposición en París y primera
individual en el MoMA, 48 años, buena economía y reputación
internacional con exposiciones en Roma y Turín.
1961-1977
director de la Academia de Francia en Roma, restauró Villa Médici.
Empieza a emular la técnica al fresco empleando una mezcla de
caseína, yeso y óleo en combinación con diferentes tipos de
aglutinante, que le da a sus telas una rugosidad, un relieve que
desconcierta el recorrido de la mirada. Como director de la Academia
de Francia en Roma, pintó poco, pero tuvo unas relaciones
internacionales extensas y fructíferas. En 1962 conoció en Japón a
Setsuko Ideta, de 18 años y se fue con él a Roma, se divorció de
Antoinette para casarse con ella y tuvieron una hija Harumi. Vida en
un edificio del XVIII Grand Chalet en Rossinière, Suiza. Mejoran las
relaciones sociales y con la prensa a través de amigos famosos como
David Bowie o Richard Gere. Exposición en la Bienal de Venecia en
1980 y múltiples reconocimientos y exposiciones hasta su
fallecimiento en 2001.
En
el catálogo de la exposición, que ha servido de base para este
artículo, se destaca la afinidad por el pasado, que presenta un
lenguaje visual peculiar en Balthus caracterizado por la inmovilidad:
“La fuerza de un cuadro, es su inmovilidad. Yo siempre busqué, más
que nada, detener los seres y las cosas, suspender el tiempo.”
(Jaunin, pg 62). Una inmovilidad que se asemeja a las ilustraciones
de libros infantiles se aprecia en La
calle
(1933). Este cuadro también nos sirve para ver ese afán de
escándalo que iba buscando. Con motivo de la corrección del
cuadro, a petición del propietario, Balthus corrige la agresión
sexual que sufre la mujer de la izquierda donde originalmente la
figura masculina la agarraba entre las piernas. Así nos dice: “He
aceptado volver a reconsiderar el asunto porque no creo (y nunca lo
he creído) que ahí radique el verdadero significado, en caso de que
radique en algún lugar. Yo lo hacía más bien por el placer juvenil
por la provocación, en una época en la que aún se creía en el
escándalo.”
Se
le asocia con sus representaciones de jóvenes muchachas, que
aparecen durmiendo o leyendo, contemplándose en el espejo, desnudas,
soñando despiertas o sumidas en el tedio. Con un ensimismamiento y
actitud distante que confieren a estas representaciones un carácter
enigmático muy peculiar. Olivier Berggruen en el catálogo de la
exposición, pg. 59: “El erotismo velado o latente, el deseo
exacerbado, la violencia implícita y los teatrales tableaux
vivants
de estas composiciones, basados muchas veces en modelos anteriores,
están en el centro mismo de la pintura de Balthus. La suya es una
visión original que se basa no tanto en su manera de pintar –
aunque fuera muy poco convencional – o incluso de crear imágenes
cuanto en su capacidad para escenificar dramas psicológicos, a
menudo de carácter freuidano, en sus cuadros narrativos.” Imágenes
perturbadoras que provocan reacciones complejas como La
lección de guitarra (1934),
que
no está en esta muestra,
recuerda, en la posición de la niña, a la de Cristo muerto en la
Pietà de Villeneuve-lès-Avignon, de Enguerrand Quarton en el
Louvre. En carta a Antoinette, alude para su realización al poema
de Baudelaire Lesbos,
que no pudo publicarse hasta 1949. El cuadro hoy en día sigue bajo
prohibición para exhibirse y solo ha podido verse en tres ocasiones,
según se indica en el catálogo de la exposición (pg. 32).
Las
obras de Balthus permiten diferentes lecturas que van desde la
representación empática de la desinhibición infantil hasta la
observación voyeurista
de una muchacha pubescente, así nos dice Balthus en pg. 28 del
catálogo de la exposición: “Porque de lo que se trataba era de
acercarse al misterio de la infancia, a su languidez de límites
imprecisos. Lo que yo quería pintar era el secreto del alma y la
tensión oscura y a la vez luminosa de un capullo aún sin abrir del
todo. El pasaje, podría decirse, sí, eso es, el pasaje. Ese momento
indeciso y turbio en que la inocencia es total y enseguida dará paso
a otra edad más determinada, más social”
Hay
en muchas representaciones de Balthus una doble lectura que se deja
sentir, como en El
aseo de Cathy de
1933.
Las facciones son las de Balthus y la que fuera su mujer Antoinette.
Balthus describió así la escena: “Cathy está desnuda porque es
simbólica; además el grupo que forma con la niñera está tratado
como una visión, como una imagen en el recuerdo de Heathcliff
[Cumbres
borrascosas],
que en realidad se sienta a solas en la habitación.” Entenderemos
más próximo este mundo de fantasía, si ponemos en relación esta obra de Emily
Brontë en el ámbito de la novela gótica en la que predomina la
ficción, los castillos o las grandes mansiones donde habita mejor lo
sobrenatural. Así le conoció Win Wenders, en un castillo
fantasmagórico, como si fuera sacado de un cuento de hadas.
Sus
obras tensan nuestro sentido de la realidad, sus figuras como en
estado solipsista, aisladas aunque aparezcan en conexión, así La
partida de naipes
(1948-50): Superficie pictórica áspera con textura que recuerda a
la pintura mural. Cabeza del niño de frente y perfil al tiempo,
recurso cubista, su forma dibuja un corazón que puede aludir a la
carta que esconde, el as de corazones. La iluminación realza la
escena, la niña triunfante y el niño tramposo.
Por
lo general sus obras presentan escasa profundidad del espacio
pictórico, paleta escueta y abruptos cambios de perspectiva, como
Los
hermanos Blanchard
(1937) o El
pez dorado
(1948). Obras donde el movimiento parece congelado en un instante y
envuelve la escena aproximándola a la visión embelesada de Giorgio
de Chirico, como podemos apreciar en La
habitación,
(1947-48), El
sueño II
(1956-57) o Los
buenos tiempos
(1944-46). Sus figuras permanecen remotas, retraídas y ensimismadas,
parecen personajes pensativos que flotan en ensueños, en ocasiones
con abandono lánguido, en otras, inducen posturas gamberras que
transmiten las ambigüedades que forman parte de la pubertad.
Ese
ensimismamiento nos ofrecen figuras con tedio y aburrimiento: Las
tres hermanas
(1955), El
salón
(1941-43). Una melancolía y añoranza que recoge Alicia
en el País de las Maravillas,
donde la protagonista cansada de lo que le rodea, huye a su mundo de
ensueño. En ellas, y en muchas otras, las poses suelen ser como
forzadas, si no lo parecen tanto, es por estar contrarrestadas por la
indolencia de los personajes. Excepto esa fotografía donde Balthus
está con su mujer Setsuko y su hija Harumi, en el resto de sus
fotografías tiene una pose forzada, como en sus cuadros. En todo
ello, podríamos decir que hay una precisión matemática, basada en
Piero della Francesca, que resulta una composición convincente de
iluminación, trazos y miradas que nos sacan y adentran en el cuadro
y el efecto de esas posturas forzadas las traslada, por ejemplo, a
los bodegones, que resultan un tanto violentados con sus martillos,
sus cuchillos clavados en el pan o sus vidrios rotos, fuera de la
habitual representación de naturalezas muertas.
Los
retratos más destacados de adolescentes del pintor son sus series de
pinturas de 1936 a 1939, en las que la joven Thérèse Blanchard
sirvió de modelo. Thérèse y su hermano Hubert eran vecinos de
Balthus, Thérèse posó sola o con su gato en al menos diez
pinturas: Thérèse
(1938), el semblante inexpresivo de la joven niña insinúa el
aburrimiento de tener que permanecer sentada mucho tiempo,
que
el artista contrarresta con la
elegancia casual de la pose de la joven, impregnada de seguridad de
alguien mucho mayor. La composición recuerda el retrato de Courbet
de su hermana menor, Juliette Courbet de 1844.
Thérèse
soñando
(1938): perdida en el ensueño con las manos cruzadas sobre la
cabeza, con una expresión de asombro en la cara y las piernas
descubiertas, se convierte en el epítome de la sexualidad
adolescente adormecida, como nos dice Sabine Rewald. Con el gato gris
lamiendo leche de un platillo, Balthus añade otra metáfora erótica.
La imagen presenta una descripción inquietante de esa etapa de la
vida que gira entre la pereza y la exuberancia, la inocencia y las
fantasías sexuales, la realidad y el sueño. Balthus adoptó la
postura de Teresa de un fotocollage de Man Ray de 1935 que apareció
en el mismo número de Minotaure,
como las ilustraciones de Balthus para Cumbres
borrascosas.
El gato puede considerarse una figura esquiva, oblicua y equívoca,
como un adolescente inquieto permanentemente; se preocupan de sí
mismos.
Sus
imágenes de niñas contienen una corriente subyacente de tensión,
explora ese erotismo inconsciente y lo convierte en pintura. En su
serie de Thérèse Blanchard, Balthus mezcla intuición con la psique
de su joven modelo con un deseo erótico manifiesto. Por un lado, le
da a su modelo tanta dignidad e importancia como si la viera alguien
de su misma edad. Por otro lado, agrega una carga provocativa y
seductora a su inocencia. Esta coexistencia de empatía y deseo
erótico por la niña pubescente crea no solo una corriente oculta de
tensión, sino también una inquietud que muchos espectadores
confiesan experimentar frente a estas imágenes.
Su
fascinación por las ambigüedades y los lados oscuros de la
adolescencia corresponde a su entusiasmo con la novela Cumbres
borrascosas
(1848) de Emily Brontë, estaba interesado en la extraña infancia
de Cathy y Heathcliff en los páramos de Yorkshire. Sus ilustraciones
finales, que datan de 1934 a 1935, cubren la primera parte de la
novela. Balthus se identificó profunda y personalmente con este
libro y le dio a Heathcliff sus propias características, mientras
que Cathy tiene las de su futura esposa Antoinette. En relación con
esto, Los
hermanos Blanchard
de 1937. Esta pintura, en su momento propiedad de Picasso, se basa en
la segunda de sus catorce ilustraciones para Cumbres
borrascosas.
La austeridad de su estudio sirvió de fondo en el que ambos niños
parecen estar en un interior vacío y áspero, lo que no inspira
alegría (en general los niños y niñas que pinta no están
alegres), en una tarde interminable estos niños con esas posturas no
naturales, incómodas, ensimismados parecen estar tan alejados uno de
otro como lo están del espectador.
La
inclinación de Balthus a centrarse particularmente en las
ambigüedades de la adolescencia se relaciona con ciertos escritores
y poetas que también exploran ese tema en sus obras, entre ellos
Robert Musil, Rainer Maria Rilke y Jean Cocteau. En su novela Young
Törless
(1906), Musil describe la confusión sexual y emocional de su héroe
adolescente con tanta empatía como si el mismo muchacho se lo
contara. Rilke siempre destacó la importancia de la infancia. La
propia infancia del poeta alemán, que consideraba infeliz, a menudo
servía de inspiración para su poesía y su prosa. Los adolescentes
de Balthus también encuentran contrapartes literarias en la novela
de Cocteau Les
Enfants Terribles
(1929), donde los hermanos Paul y Elisabeth viven en desorden mental
y físico en una habitación en la que se desarrolla la mayor parte
de la historia.
Las
muchachas de Balthus despiertan una combinación entre placer y
malestar, un apetito voyeurista
que al tiempo lo reprime. El erotismo de Balthus es ambiguo,
implícito y no explícito, seductor y no abiertamente atractivo,
con pocas excepciones, no hay una sexualidad manifiesta sino un mundo
de reserva, de suspensión de actos, de cuerpos anquilosados. De ahí
la petrificación en el lugar, la rigidez de cuerpos y formas, la
actitud congelada que suspende la vida, una presencia de los
personajes a punto de diluirse.
En
una de las que sería sus últimas entrevistas, Balthus se refiere a
las poses lascivas y voluptuosas, responde que son posiciones de
abandono propias de la infancia, dictadas por la composición de sus
cuadros y que es problema de los demás si proyectan sus propias
fantasías. Aparte recoge una serie de cuestiones generales sobre la
pintura como la concentración extrema que necesita para realizar sus
cuadros, su dimensión espiritual, la traducción que es para él la
mirada. Su declaración rotunda de ser un pintor religioso y
ferviente católico. Así nos dice (Jaunin, pg. 18): “Todas mis
figuras femeninas son ángeles. La gente piensa que es erotismo. Es
perfectamente absurdo. Me pintura es esencial y profundamente
religiosa.“
Eros,
en Rilke y quizá por derivación en Balthus, representa, según nos
dice Rodríguez Suárez, una fuerza de transformación que trasciende
la belleza de los sentidos para elevarse a una belleza
ontológicamente superior, al fundamento mismo de lo bello, mediante
el cual el ser humano se constituye a sí mismo. “El ángel sería
la figura que simboliza la interiorización de la realidad en su
máximo grado, es decir, aquel que ya ha realizado totalmente la
transformación de lo visible en invisible y que reconoce en ello un
nivel más alto de la realidad. Con su conciencia infinita, el ángel
habita en la eternidad; este es el espacio del mundo interior
completo, donde se da una identificación absoluta entre la
representación y lo representado”.
En
esta entrevista (Jaunin) de la que venimos hablando, Balthus, nos
dice (pg. 64): “Conocí mucho y frecuenté bastante a Pierre-Jean
Jouve. Su poesía era tan pura como su carácter complicado y
difícil. Pero la poesía moderna, confieso que no la entiendo. Tuve
varios amigos poetas, pero el sentido de lo que quieren hacer me
escapa completamente”.
Piere
Jean Jouve fue gran amigo de Balthus al que había dedicado una
novela, La
víctima
(1935) y que Balthus usará para un cuadro pleno de desasosiego pero
sin relación, según él, con la novela del poeta. La producción
literaria de Jouve está sustentada por lo que sería legítimo
llamar una poética del secreto, ya desde su novela de 1925 Paulina
1880.
A partir de aquí, no dejará de actuar sobre su obra, tanto en
narrativa como poesía, dotando de misterio (lo inaccesible a la
racionalidad) a sus personajes, donde también se cruzan conceptos
como el silencio, el secreto (lo prohibido que no debe ser revelado)
o el enigma (lo difícil de entender).
Con
dieciséis años descubre a Mallarmé y a partir de ahí se inicia su amor
por la poesía. Sueña con una poesía inspirada en los principios
del unanimismo, una conciencia colectiva que trasciende la del
individuo, espíritu comunal basado en la obra literaria de Jules
Romains a inicios de 1900. Alistado como enfermero en la Primera
Guerra Mundial, en la Segunda forjará los ideales de la Resistencia
con sus poemas. Después será la soledad y la inspiración mística
de Francisco de Asís, Teresa de Ávila o Ruysbroeck el Admirable
(Jan van Ruysbroek o Beato Jan van Ruusbroec, 1293-1381), lo que
fundamentará su poética.
Su
sensibilidad religiosa de marcada moral cristiana, hace de su trabajo
una ascesis dolorosa, contrarrestada por una creencia profunda en el
rol santificador del arte y del papel del psicoanálisis en la
investigación de la dimensión oculta del ser humano (Blanche
Reverchon, su esposa, es quien primero traduce al francés a Freud).
Esa especie de combinación de psicoanálisis y mística hace que en
sus poemas exista una asociación sintáctica y semántica cuya razón
profunda ha de buscarse en la profundidad del inconsciente. Dios y la
naturaleza contienen un enigma de igual temple, y están enraizados
en el cuerpo. La poesía de Jouve se afirma en la idea de que al arte
le corresponde hacer la luz sobre las realidades inconscientes y
animar la transformación humana. El trabajo del poeta debe ser este
impulso.
Les
mots n’ont leur naissance et leur soufle d’enfants
Ma
reine que de toi: s’ils jettent par le sombre
Dans
la bouche d’Éros énorme et dévorant
Une
liqueur sacrée des aïeux très profonde;
Puis
un esprit cruel les confronte en poème
Qui
est un mot nouvellement pour l’uniers
Où
tout l’aveugle ciel rayonne de la reine
Par
illusion vaste, éternel, et divers.
Las
palabras no toman vida y soplo de niños / más que de ti mi reina:
si ellas por lo sombrío / arrojan en la boca de Eros voraz y enorme
/ un sagrado licor de los antiguos hondo; // Después un cruel
espíritu las confronta en poema / que es para el universo nuevamente
palabra / en donde ciego el cielo refulge de la reina / todo, por
ilusión vasta, eterna y diversa. //
BIBLIOGRAFÍA
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