Con la publicación de una selección de textos en español (El friso
de la vida. Madrid, Nordicalibros, 2015. Cuadernos del alma. Madrid.
Casimiro libros, 2015), podemos constatar que Edvard Munch se consideró tan pintor como escritor y al igual que
hacía con el motivo pictórico podía escribir muchas versiones del texto, así
fueran cartas, reflexiones o aforismos (entre ellos el muy citado "Yo no pinto lo que veo, sino lo que vi”).También Munch una vez llamó
a su Friso de la vida, “un poema sobre vida, sobre amor y sobre muerte”.
Un
tratamiento paralelo de los motivos era su manera de trabajar, lo que nos puede
llevar a considerar el tradicional ut pictura poesis como una disyunción
del ser, según Yves Bonnefoy en La nube roja, donde ya no caben artes
ancilares ni hay envidias entre pintores y escritores.
Munch fue educado en una
familia cristiana en la que su padre era un ferviente practicante y donde la
Biblia era una presencia constante. Era una cultura de la palabra, quizá por
eso Munch dejó un extenso cuerpo cartas y un legado escrito que está
estrechamente entrelazado con su arte y sus obras. Munch era extremadamente sensitivo a la atmosfera
de la naturaleza y reconocía en ella un alto poder espiritual. Para Munch el misterio de la vida estaba
oculto en la naturaleza, creía que cualquier persona que dedicase su vida al
arte no podía tener una vida social o el amor normal, arte y vida estaban
inextricablemente unidos, como lo estaban arte y literatura. Hizo uso de la
palabra y la imagen para desentrañar el misterio de la vida y dejar que otros
participan de esa experiencia. Una obra capaz de expresar, de manera
condensada, estados de ánimo relacionados con el amor, la melancolía, el
erotismo y la pena, comunes a todos los seres humanos, pero difíciles de
transmitir. La ausencia de detalles narrativos hace que los gestos sean
reconocibles de inmediato, se trataba de despojar a la emoción en la obra de
todas las mentiras, banalidades e irrelevancias.
Munch dejó una extensa
correspondencia pero es en sus diarios donde deja reflexiones y sus textos
poéticos son vistos escritos complementarios a su producción visual. Obras como
El grito, Madonna, Alpha & Omega, Visión y El
beso, así como la decoración para el Aula de la Universidad de Oslo, los
dio el equivalente literario, y también hay textos producidos como obras
literarias independientes, sean o no con dibujos integrados. Esto fue
probablemente debido en gran parte a su asociación con el escritor Hans Jaeger
y el legendario grupo de Bohemios de Kristiania que giraba en torno a este
pensador radical en la década de 1880, para este grupo de salvajes
librepensadores obedeció el mandamiento: “Tú escribe tu vida”. En su opinión,
la literatura sirve para expresar el mundo interior del escritor de la
percepción a través de una poética que está estrechamente relacionada con el
simbolismo. Como artista, Munch transpone este principio a sus pinturas y
grabados: “En mi arte he tratado de explicarme la vida y su significado”. Su
técnica de escritura es impresionista; el lector se deja llevar inmediatamente
por pensamientos y experiencias del protagonista. La falta de puntos o comas en
las oraciones aumenta la sensación de inmediatez y espontaneidad.
En la exposición se hace un
recorrido por los arquetipos emocionales donde Munch nos revela diferentes
estados existenciales como amor, deseo, ansiedad o muerte en nueve secciones
que reflejan en ocasiones la circularidad temática al representarse en
diferentes épocas creativas del artista. Considerado como precursor
del arte moderno y del expresionismo alemán, fue radical e intransigente con su
dedicación a su misión artística, a cualquier precio. Su trabajo es visto como
colorido, expresivo e íntimamente ligado a sus propias experiencias. El poder
de sus imágenes no escapa a nuestra impresión, son tan accesibles que penetran
profunda y continuamente en la cultura popular. Su arte era un medio para conseguir
un control sobre la esencia insondable y el significado de la existencia, atañe
al corazón y a la cabeza por igual.
Munch vivió hasta 1944 e
hizo un esfuerzo consciente para establecer su imagen a lo largo de su vida,
con participación activa en exposiciones de su obra, publicación de los
escritos que explican lo que lo motivó como artista y de vez en cuando hablaba
en público en los debates sobre el arte. También hizo obras para lugares
públicos, entre ellos la Universidad de Oslo, el Aula, la fábrica de chocolate
Freia en Kristania y Deutsches Theatre de Max Reinhardt en Berlín. Creó la
imagen de un hombre sombrío solitario, que había llevado una vida bohemia,
retirado en su arte que sacrificó su salud física y mental a la misma. Era
conocido por haber sufrido problemas psicológicos (fue ingresado en una clínica
por un período prolongado en 1909), y la creencia de que su trabajo era la
expresión de una mente atormentada se generalizó. No solo fue un artista
afligido, llegó a cumplir ochenta años con su mala salud de hierro. Artista y
empresario productivo negociaba con sus marchantes con calma y seguridad,
vendía bien en las subastas, controlaba los derechos de reproducción,
establecía su participación en las ediciones, trataba hábilmente a coleccionistas
y mecenas, supervisaba el emplazamiento final de sus murales, recaudaba fondos
o pedía préstamos cuando era necesario, y finalmente invirtió su propio dinero
para ayudar a otros artistas.
Munch tenía una paleta
luminosa en la década de 1880 (Ensenada con bote y casa, 1881) siguiendo
el ejemplo de los naturalistas noruegos como Christian Krohg. Después hace su
avance, en la década de 1890, con sus temas simbolistas y paisajes evocadores,
donde deja claro su conocimiento de las teorías de color de Charles Henry,
popular entre los neo-impresionistas Seurat y Signac, que asociaban color y
línea con estados emocionales. Posteriormente el enfoque de Munch se movió en
el cambio de siglo hacia “el vitalismo extrovertido” del expresionismo. Munch
mantiene un enfoque altamente experimental con las técnicas de aplicación de
color, en particular como grabador. Los matices cambiantes en sus xilografías,
se basan en una viscosidad desigual o escasamente aplicada en la porosidad de
la veta de la madera dejando sus marcas en los bloques de impresión, creando
efectos lineales, muy evidentes en su famoso Grito. Munch también
experimenta con pinturas y tintas, papeles de colores y plantillas de papel, a
veces coloreando a mano después de la impresión.
El verano de 1890 en Noruega
fue uno de los veranos más fructíferos. Su trabajo refleja la importancia de su
contacto con el arte contemporáneo, los estímulos de París dejaban sentir sus
efectos y empezó a experimentar con nuevas técnicas y estilos. Se puede ver la
influencia de Gustave Caillebotte y Degas. También se deja sentir el japonismo,
como había sido habitual en los impresionistas. Munch había visto las estampas Ukiyo-e
en la Exposición de grabado japonés en la Escuela de Bellas Artes. Asimismo las
capas finas de pintura, las líneas fuertes y las áreas de lienzo sin pintar
delatan la influencia de Toulouse-Lautrec, aunque no siguió ninguno de estos
ejemplos servilmente.
Atardecer, (1888): verano, su hermana Laura en Villa Vindasen,
hay un pentimento (figura suprimida) que fijándonos bien se puede
vislumbrar, que da a su hermana mayor ensimismamiento. Presenta una factura
heredera del impresionismo, si bien toda la parte derecha del cuadro, anticipa
la naturaleza como espejo de emociones más profundas en cuadros posteriores
como Atardecer.Melancolía (1891) o Melancolía (1892). Con estas
obras inaugura un lenguaje artístico simbólico nuevo que acrecienta la
intensidad emocional, con una pincelada ondulante, acuarelada, aplicada en
capas finas, mezclando en ocasiones, como ocurre en Atardecer.Melancolía,
el óleo con el pastel.
Él reunió estilos y técnicas
que había descubierto en París de una manera muy libre y heterodoxa, combina
los códigos del impresionismo visual con el significado simbolista. Asimismo el
color se convirtió en uno de los medios más fuertes de Munch para expresar sus
sentimientos y experiencias personales, siempre fue significativo y asociado a
la percepción emocional del paisaje u objeto específico.
Gerd Woll, gran especialista en Munch (Edvard Munch: Complete
Paintings, 4 vols. London, Thames
& Hudson, 2009) nos viene a decir que para Munch el estilo no era un fin en
sí mismo, las tendencias estilísticas del naturalismo, el impresionismo y el
simbolismo no eran más que las direcciones que se han convertido en un medio
para expresar una sola cosa: lo humano.
Munch es identificado con
una superficie ondulada y rítmica. En las pinturas y más enfáticamente en sus
grabados la línea está relacionada con el contorno, a menudo creando un patrón
rítmico ondulante que une los distintos elementos de sus composiciones. Munch
piensa que el ritmo de la línea puede ser usado para describir la energía y
fuerza invisibles, como si de unas ondas de radio se trataran: un campo de
emoción magnética, así unos cabellos flotantes de mujer.
Prefiere una pintura
diluida, distribuida en veladuras, que a menudo deja gotear en sus telas,
creando una sensación de inmediatez expresiva, improvisación, con aspecto de
trabajo inacabado. Fotografías de pinturas de Munch en su estudio de invierno
al aire libre en Ekely, muestran que, en ocasiones, dejó sus obras expuestas a
los efectos del clima extremo. Manchas de agua o de óxido eran parte del
remedio de Munch “mata-o-cura” para sus pinturas. Los eventos casuales se
integraban en sus superficies, dando prioridad al proceso sobre el acabado.
Esta forma le haría un pionero de los movimientos pictóricos del XX.
Durante toda su vida a Munch
le atrajo el simbolismo alegórico de su compatriota Henrik Ibsen y sintió una
afinidad especial por su modo de ver el mundo. Se identificaba con algunos de
sus personajes: el escultor Rubek (Cuando despertamos los muertos), el
aventurero Peer Gynt de la obra homónima o el inconformista Osvald de Espectros:
hijo de un desdichado matrimonio, con sífilis hereditaria, se enamora de su
medio hermana, la hija que su padre había tenido con la criada. Este personaje
que acababa de regresar a Noruega desde París, donde había frecuentado los
círculos bohemios, concentraba tal suma de asociaciones metafóricas sobre la
creación, la sexualidad y la muerte, que fue adoptado por Munch como arquetipo
de la personalidad artística.
En las escaleras de la
veranda (1922-24). Remite al final
de la obra de Ibsen Juan Gabriel Borkman, cuando el protagonista, convertido
en una sombra, sale de la casa de su amor de juventud, Ella, a quien él ha
traicionado.
Munch tuvo un continuo trato
con la literatura, progresista y esotérica; en París descubre Baudelaire,
Verlaine o Huysmans; en Berlín a partir de 1892 relación con el grupo de
intelectuales en torno a la taberna El cerdito negro (Zum schuwarzen Ferkel),
donde se reunía con Strindberg, o Julius Meier-Graefe y se hablaba de Nietzsche,
Schopenhauer o temas de moda como el mesmerismo, también se aboga por un arte
subjetivo y psicológico; decadencia y simbolismo son dos términos que flotan en
el ambiente.
No abandonó la figuración,
pero se alejó de la imitación del natural tendencia naturalista en la que se
había forjado, a través de su maestro Chistian Krohg y con influencia del
pintor naturalista noruego Frits Thaulow. A través de un lenguaje simbólico y
expresionista muy radical que le permitieron orientar su trabajo hacia una
dimensión psíquica. Tanto en las pinturas de El friso de la vida, su
proyecto artístico más explícitamente literario, como en la mayor parte de su
producción, exterioriza visualmente una narración sobre los impulsos y
obsesiones ocultas del género humano.
En su deseo por comunicar,
“repite” planteamientos temáticos, variaciones o versiones de propuestas con el
afán de lograr nuevos significados. Así lo podemos ver con la necrofilia, un
motivo artístico en la cultura finisecular decimonónica. Su biografía está
asociada a este sentimiento de muerte y enfermedad que transformó en una
alegoría de la creatividad. Versiones de
La niña enferma (su hermana Sophie), tratamiento existencialista y
reflexión sobre el miedo a la muerte, que también podemos en Agonía
(1915) espléndida obra de técnica abocetada (como si solo pudiéramos saber eso
de la muerte, unos bosquejos, no más) con expresivas manchas, como almas en
fuga, de color al fondo que parecen transformarse en rostros, o viceversa.
Kierkegaard, iniciador del
existencialismo nórdico en El concepto de la angustia (1844), propone un
nuevo modo de pensar contrario a la filosofía especulativa y vinculaba la
ansiedad al terrible presentimiento que el individuo desamparado sentía ante un
futuro incierto.
El grito, versión litográfica de 1895: Hoy en día El grito
se ha convertido en un símbolo universal de la angustia, reutilizado hasta la
fatiga en el cine de terror y el cómic. En origen, trastoca una apacible
excursión por el fiordo de Kristiania, en una inestabilidad desintegradora.
Tensión a base de contraponer la concepción orgánica, curvilínea y
bidimensional del agua y el cielo, con la inorgánica, rectilínea y
tridimensional de la barandilla y el camino. Las ondulaciones vistas en Melancolía
nos parecen, comparadas con éstas, casi apacibles, se han vuelto amenazantes
oscilaciones.
Su versión textual: “Paseaba
por el / camino con dos / amigos –
cuando / se puso el sol / De pronto el cielo / se tornó rojo sangre / Me paré,
me apoyé / sobre la valla extenuado / hasta la muerte – sobre / el fiordo y la
ciudad / negros azulados / la sangre se extendía / en lenguas de fuego / Mis
amigos siguieron / y yo me quedé atrás / temblando de angustia – / y sentí que
un inmenso / grito infinito recorría / la naturaleza”
En 1892 tuvo una exposición
individual en Berlín, a la semana hubo de cerrar por escándalo, arremetían
contra Munch porque les parecía un estilo inacabado. Munch se quedó en Berlín y
formó parte del círculo que se reunía en la taberna El cerdito negro, un grupo
que discutía los temas más renovadores del pensamiento: la evolución de Darwin,
la incipiente sexología, con temas favoritos como la sexualidad y la mujer.
Dentro de este ambiente Munch pintó, El grito 1893, y empezó su carrera
de grabador. La recepción en Berlín también empezó en ese grupo, donde
calificaban a Munch de hombre hipersensible y falto de vitalidad que buscaba su
destrucción en brazos de la femme fatale, así Mujer vampiro y El
beso. El escándalo de Berlín asentó su celebridad y su descubrimiento de
Alemania y resto de Europa: Pionero del arte nuevo junto a Cézanne, Gauguin y
Van Gogh y modelo para jóvenes expresionistas alemanes como Kirchner y Emil
Nolde.
Madonna (1902): esquematiza el tema referido a la Virgen y
el Niño, el título podría suponer para muchos espectadores una provocación, si
pensamos ya no en el nombre sino en los espermatozoides que la rodean y el feto
esquinado que hacen hincapié en la sexualidad y la procreación, acentuando sus
aspectos puramente físicos y fisiológicos.
El beso y la Mujer vampiro: Evolución de la forma que
llega a fusionar a los amantes, una intimidad tal que llega a la sangre. Amor
como deriva de dolor, frustración y desengaño, una tensión dolorosa donde, se
dice en algunas reseñas, el amor se contrapone al mordisco. Pueden ser
consecuentes: El mordisco es un beso desenfrenado, que abre la frontera a la
antropofagia como simbiosis de dos cuerpos. Exacerbados los sentidos como los
colores, como fauves, como el vampiro de Baudelaire, la atracción por el
vampiro, por el “mal”, no está en ella sino en él.
1902 ruptura con Tulla
Larsen viaje al norte de Alemania, en la costa báltica a descansar y superar su
crisis. En la violenta disputa con Tulla, llegará dispararse accidentalmente en
un dedo (de ahí su cuadro La muerte de Marat). Posteriormente realiza la
serie La habitación verde, con pinturas donde refleja prostitución,
deseo, desengaño, dramatismo con atmosfera intimista de Ibsen y teatro psicológico de Strindberg (que tiene
un óleo sobre cartón Noche de celos, 1893, de carácter abstracto muy
alejado formalmente de la figuración de Munch). Temas de amor, celos y muerte
también tratados en el Friso de la vida ahora con un toque más amargo,
con expresiones de ansiedad que distorsionan sus rostros en trance
introspectivo. Mujer llorando (1909) inspirada en la fotografía que hizo
a su modelo Rosa Meissner. En la pintura su cabeza contra el techo da sensación
opresiva, un espacio asfixiante, interior angosto con sensación claustrofóbica,
carnosidades mórbidas, deformes y derretidas, ejecutadas con una factura
matérica y pastosa, de cargados contrastes de rojo y verde.
Noche estrellada (1922-24): La naturaleza es el medio, el paisaje
debe reflejar la tensión emocional que gana en dramatismo en los nocturnos.
Emoción de observar la naturaleza en la noche, las constelaciones… Sitúa estas
interpretaciones en equivalencias entre estados emocionales y orgánicos. Extrae
de la condición humana la sustancia que forma su arte orientado hacia el
interior. Temas dominantes mediante la exteriorización de un estado psíquico,
un proceso dirigido a la comunicación de lo interior. Paisajes como caja de resonancia de una atmósfera, de
un estado psicológico: La tormenta (1893), sus contornos borrosos nos
hacen prácticamente sentir el viento tormentoso, sus pinceladas nerviosas,
colores oscuros contribuyen a una sensación angustiosa.
Munch desarrolla un
repertorio de signos que le permitieron acentuar el contenido psíquico:
sombras, árboles o rocas se transforman en símbolos que se interponen entre la
visión la percepción sensorial, entre el
mundo exterior y el mundo interior. Cercano a las ideas del eterno retorno de
Nietzsche, introdujo en las composiciones árboles de grandes copas, como
expresión de las fuerzas eternas de la vida: Adán y Eva (1909), El
manzano (1921), árbol como metáfora, como símbolo de expresión de fuerzas
vitales; Bajo el castaño (1937), la modelo bajo un castaño de Indias con
la técnica suelta y colorista característica de su etapa final: luminosidad
inusitada y pinceladas sueltas y libres.
Una nueva etapa creadora
caracterizada por un intenso sentimiento de armonía, con un estilo colorista y
monumental, Verano en Kragero (1911). Su estudio final en Ekely se
convirtió en un lugar de experimentación: Modelo junto a la silla de mimbre
y El artista y su modelo (1919-21) periodo de madurez artística y
personal donde pinta con más libertad, llegando a una cierta abstracción en
alfombras y cobertores. La pincelada y la paleta son de una soltura y una
vitalidad extraordinarias.
Autorretrato ante la casa (1926): El artista pleno de vitalidad y confianza en
sí mismo. Al tiempo muestra un frenesí cromático que recuerda a los fauves
y que contrasta con los cenicientos del Friso. El expresionismo supone
intensidad, dinamismo y dramatización, esta intensidad dramática permanece a lo
largo de su obra. Este último “vitalismo” se refiere también a lo natural,
instintivo e irracional, una filosofía escéptica ante la idea de progreso
entendido solo como desarrollo tecnológico e industrial.
En 1889 Munch escribió lo
que se conoce como el Manifiesto de Saint-Cloud con ideas sobre las
dimensiones cósmicas y biológicas del amor físico que plasmó a su vez en El
friso de la vida donde el sentimiento amoroso va unido al sufrimiento
(Munch no abandonó los temas del Friso siguió experimentado toda su vida
con ellos). En la década de 1890 se produce una reacción frente a los derechos
conseguidos por las mujeres, surge el tópico de femme fatale,
como destructora de los hombres, entre ellas se pueden considerar las obras: Mujer
pelirroja con ojos verdes. El pecado, 1902. Para ver el círculo
reaccionario donde se movía Munch es imprescindible, dentro del catálogo que
nos ha servido de referencia para esta reseña, el artículo de Patricia G.
Berman “Edvard Munch y la mujer: la construcción de un arquetipo.” Se produce
una renovación del discurso de género y que gracias a Paloma Alarcó, comisaria
de la muestra, en esta y otras exposiciones va logrando palidecer el discurso
histórico que situaba a la mujer como un destino fatal y caótico. En relación
con esto podemos ver Encuentro en el espacio, 1899. Xilografía en la que
flotan dos figuras desnudas rodeadas por unos esquemáticos espermatozoides.
Visión del amor de dimensiones cósmicas, en las que el propio universo tiene
propiedades embrionarias.
“Los destinos humanos / son
como los planetas – / Como una estrella que / aparece en la oscuridad – / y se
encuentra con otra estrella – / reluce un instante para luego volver / a
desvanecerse en la oscuridad – así – / así se encuentran un hombre y una mujer
– se /deslizan el uno hacia el otro
brillan en un amor / – llamean – y desaparecen / cada uno por su lado – / Solo
unos pocos se encuentran / en una gran llamarada – en la que ambos / pueden unirse
plenamente”
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