Recoge Arthur Zajonc, Capturar la luz. La historia
entrelazada de la luz y la
mente. Girona , Atalanta, 2015, pgs. 230-1:
Michael Faraday, uno de los más renombrados científicos del XIX en Inglaterra
afirmó: “No hay puerta mejor ni más abierta por la que entrar en el estudio de
la filosofía natural que la meditación sobre los fenómenos físicos de una
vela”.
Sigue Zajonc: “Encendamos una vela y fijémonos en la perfecta copa que se forma
debajo de la llama para contener la cera derretida. La llama baja por el pabilo
y funde la cera que hay en el centro de la vela, al tiempo que la corriente de
aire que sube alrededor de la vela mantiene el borde fresco y elevado, lo que
crea un recipiente que contiene a la perfección la cera derretida. El líquido
que hay dentro sube por el pabilo gracias a las mimas fuerzas que hacen que la
savia ascienda por el tronco de un árbol o de una planta: la capilaridad. Sin
embargo, la cera líquida, en vez de alimentar a hojas y flores, se vaporiza en
la región oscura de la llama que está más cerca del pabilo, se mezcla allí con
el aire y nutre la llama. Si esto fuera todo, como sucede en el caso de algunas
llamas, las velas darían poca luz. No obstante, el cono amarillo y brillante que
difunde el suave resplandor lo producen pequeñas y resplandecientes ascuas de
carbón sin quemar, las mismas que se convierten en hollín cuando el pabilo es
demasiado largo. Frío, es la sustancia más oscura que hay, pero, cuando se
calienta, la luminosidad del hollín es preciosa.
Para el ojo poético de Gaston Bachelard, la llama de la vela es un
fenómeno ejemplar. En ella, ‘el material más vulgar da luz, y se purifica al
hacerlo’, a lo que añade: ‘El mal alimenta al bien. en la llama, el filósofo
encuentra un fenómeno-modelo, un fenómeno cósmico, un modelo de humanización’.
Como fenómeno modelo, la llama de la vela es simbólica, pues su naturaleza
presenta un aspecto moral, además del físico. Un material basto queda
purificado por efecto de la llama al convertirse en luz. Al mirar dicha llama,
Paul Claudel se pregunta sobre la transformación que provoca: ‘es donde la
materia alza el vuelo para alcanzar la categoría divina’. Para el poeta supone
un modelo de humanización; para el científico, un misterio aún por resolver. En
cualquier caso, la llama de la vela nos atrae como a las polillas.”
De Raíz y brote. Madrid, Huerga y Fierro, 2015:
Tan
ardiente la vela
en
juegos con el aire
olvida
sus lágrimas
se
consume
en su
luz.
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