Bernard Ruiz-Picasso, no
llegó a conocer a su abuela paterna, aunque heredó sus archivos y muchos
efectos personales que se encontraban en el gran baúl (en la exposición) de
Olga Picasso, que son la base de esta muestra. Más de seiscientas cartas,
permiten a Bernard Ruiz-Picasso adentrarse en los años que Olga vivió con
Picasso y que pretende no
solo cambiar el “periodo neoclásico” de Picasso, por el “periodo Olga” (Joachim
Pisarro lo propone en el catálogo de la exposición, a semejanza de John
Richardson a la hora de redenominar el “periodo rosa” por “periodo
Apollinaire”) sino también distinguir a Olga más allá de una modelo, en tanto
que lo fueran Germaine Gargallo o Fernande Olivier. Olga formaba parte de una
vida en pareja que Picasso no para de reflejar y que supone un punto de
inflexión en su trabajo.
Olga
nació el 17 de junio de 1891, en Nizhyn (Ucrania), sus padres Stepán Khokhlov y
Lidia Khokhlova (de soltera Vinchenko) tuvieron cinco hijos: Vladimir, Olga,
Nina, Nikolai y Yevgueni. Olga dejó su Ucrania natal en 1911 para incorporarse
a los Ballets Rusos y no conoció directamente la Revolución Rusa ni el
nacimiento de la Unión Soviética en 1922. Hizo un primer viaje con los Ballets
Rusos a Italia en 1912 y regresó a Rusia entre 1914-15 para luego perder todo
contacto hasta 1919, cuando se inicia la correspondencia, que revela el
desamparo de su familia. A pesar de su comienzo tardío a bailar, tiene grandes
dotes para asimilar las nuevas coreografías de Nijinsky, le van mejor estos
nuevos repertorios que los clásicos, actuando sin cesar en Europa y Estados
Unidos.
La
familia de Olga estaba acomodada en la época del zar Nicolás II y con la
Revolución de 1917 cae en la pobreza y en el infortunio. El padre y dos
hermanos se alistan en los ejércitos contrarrevolucionarios blancos y con la
derrota de este ejército los hermanos seguirán otros derroteros, pero en
diciembre 1919 fallece el padre, aunque la familia nunca recibe confirmación
oficial y eso hace que su madre Lidia no tenga el duelo que la consuele. Olga
mandará por todos los cauces posibles, paquetes con vituallas y dinero a su
madre, que, en muchas ocasiones, en la incipiente Unión Soviética, no le
llegan. Todo son parabienes en las contestaciones de su madre.
En 1917 Pablo Picasso se
encuentra en Italia para presentar con la Compañía de los Ballets Rusos de
Serge Diághilev el ballet Parade, con música de Erik Satie, texto de
Jean Cocteau y coreografía de Léonide Massine para el que había realizado
telones y vestuario. Allí, según Cocteau salían a pasear con las bailarinas,
una de ellas, Olga Khokhlova sería inspiración para Picasso y así se recoge en
esta exposición: una aventura plástica y vital.
La
última pareja de Picasso, Eva Gouel, había fallecido en 1915, en 1917, en Roma,
Picasso se enamora de una bailarina de 26 años en plena ascensión hacia los
papeles protagonistas, justo cuando Picasso ha sido abandonado por la
fascinante Irène Lagut, tan seductora como él, también pintora (expusieron
juntos) e intensa amante, con quien iba a casarse justo antes de conocer a
Olga, con la que se casa el 12 de julio de 1918 en la iglesia ortodoxa rusa de
la Rue Daru de París. Hay una gran ilusión por casarse por parte de Olga y así
se lo había dicho Diágilev, pero ella sabe de las anteriores relaciones de
Picasso y eso le causa infelicidad, aunque le quiera sin límite, lo que
contribuye a esa melancolía que manifiesta, de puertas para adentro.
Se
instalan en la Rue La Boétie, en un piso decorado al gusto “burgués” y de ese
tono serán sus retratos si los comparamos con Las señoritas de Aviñón, que a Olga no le gustaba. Es una pareja
rodeada por artistas, poetas, marchantes, coleccionistas exigentes; con el nacimiento
de Paulo se añadirán: niñera, criada, cocinera, chófer, Juan-les-Pins, Antibes
y Montecarlo.
A
Picasso no le gustaba hacer posar y trabajaba a partir de su memoria o una
fotografía, así tenemos Olga en un sillón
(1917), a partir de una fotografía de ese mismo año. Su mirada sin fijar parece
vuelta hacia un interior inabarcable. Picasso, en este periodo utiliza la
fotografía como método especial de representación. Primero la utilizó como
medio de documentación, pero más tarde valoró sus resultados plásticos y de
ahí, quizá, el valor que da a la línea como concentración esencial de los
contornos, las gradaciones de color, el contraste claroscurista y la textura de
los materiales, como podemos comprobar en el lienzo Paulo a lomos del asno (15 de abril de 1923). Sus dibujos
figurativos, a partir de 1916 están influidos por la composición fotográfica,
en los cuales opone la línea a formas abultadas y agitadas, formas modeladas
contra zonas vacías. Desde el inicio se adhirió al movimiento internacional que
proponía desarrollar la fotografía sobre la base de formas plásticas propias y
peculiares. Alfred Stieglitz, uno de los principales fotógrafos en este
aspecto, fue amigo de Picasso y le organizó en su galería su primera exposición
en EE UU.
Olga
se presenta en los retratos como un misterio que no terminara de desvelar y
como una metamorfosis que va desde un erotismo eufórico, pasando por una
plenitud maternal y familiar, hasta llegar a la deformación surrealista. Olga
está llena de melancolía eslava, normalizada en las composiciones musicales, un
fervor por la tierra que queda a la espera de algo, un sentimiento de renuncia.
Es un lugar común su melancolía, que se debía,
también, al drama de su familia y aunque Olga y Picasso ayudaron económicamente
a su familia, ella sufría enormemente por no poder hacer nada más, mientras su
vida se desarrollaba en el emocionante mundo artístico francés de entreguerras.
Picasso
es partícipe para que el dinero y algunos dibujos que envía les llegue a través
de Gertrud Stein y de la Cruz Roja, pero el desfase que se crea en Olga, entre
su vida, donde alterna eventos sociales y vacaciones en Biarritz o
Juan-les-Pins, y la de su familia en ese periodo revolucionario es enorme.
Quizá sea por esto por lo cual no envía información detallada de su modo de
vida, por pudor se autocensura y se centra en Paulo, su hijo, que también será
el eje de armonía de la pareja.
A
inicios de 1918 Olga le realizan una intervención en el pie derecho, debido a
un terrible dolor, habitual entre bailarines, que requerirá una escayola. Nunca
más actuaría en público, aunque allá donde iba le acompañaba su vestuario de
escena. Asimismo, seguiría frecuentando a bailarines y coreógrafos.
En
1919 retoma el contacto epistolar, pero las noticias desde allí no dejan de ser
desoladoras. Los dibujos de Picasso reflejan la búsqueda de Olga por las
palabras adecuadas, para que no dañen a los suyos reflejando su vida acomodada.
Su familia sabe que está casada con un artista famoso y Olga propone enviarles
dinero, pero no sabe cómo, pues una gran cantidad de cartas y dinero no llegan
a su destino. Más tarde, entre 1923-1927, la comunicación postal con la Unión
Soviética es fluida y fiable, la madre de Picasso, doña María se cartea con la
madre de Olga y los envíos de dinero de Olga garantizan la subsistencia de
todos los miembros de su familia. También Olga recibe cartas de su madre, donde
no deja de ver la precariedad en la que se desenvuelven y el desespero que ello
provoca en Olga y que Picasso refleja en varios retratos de 1923, como en el
fantástico Olga pensativa (invierno
de 1923).
En
1921 la maternidad abunda en la obra picassiana, así Maternidad (óleo, verano 1921) o Maternidad (carboncillo, otoño 1923), con Olga feliz, coincide con
un nuevo interés de Picasso en la Antigüedad y el Renacimiento que ya había
redescubierto en Italia, cuando conoció a Olga en 1917. Picasso transmite a
Paulo las pasiones por el circo (Paulo
vestido de Pierrot, 28 febrero 1925) y las máscaras y así le vemos también
en las películas familiares, pero también transmite la herencia materna de los
Ballets Rusos. Un mundo teatral que fascina tanto a Olga como a Picasso. Olga
se deshace en atenciones con el pequeño y Picasso lo viste de Arlequín (Paulo vestido de Arlequín, 1924) y le
pinta dibujando, Paulo dibujando
(1923).
La
opción de que la familia de Olga fuera a París, se trunca porque a Picasso,
parece ser, no le agradaba tener allí a su suegra. La prioridad de Picasso era
su trabajo y su familia más cercana, Olga y Paulo, y todo lo que supongan
distracciones para su pintura, le era difícil de aceptar. Picasso refleja en la
dedicación melancólica de Olga, la emoción de la lectura del epistolario con su
familia. No viajaron a Rusia ni antes ni después de la Revolución, ni si
siquiera Picasso fue a la URSS después de su afiliación a Partido Comunista
Francés en 1944.
En
septiembre de 1922 Olga sufre otra intervención quirúrgica de urgencia, sin que
se sepa realmente de qué y no podrá tener más hijos, lo que contribuye más a su
tristeza. El 23 de agosto de 1927, fallece Lidia, la madre de Olga, añadiéndose
así otro motivo más para para la nostalgia y un cierto amargor por no haber
podido ir a Moscú (donde residía) a ver a su familia. Siempre quedará la duda
si Picasso lo impidió. Los Picasso siguen enviando dinero y paquetes, para Nina,
su hermana que tiene a su hijo enfermo y, además, para Sacha, una allegada de
la familia, ya anciana que vivía en Leningrado. En 1931 se crearon en la Unión
Soviética los almacenes Torgsin donde se podía comprar con moneda extranjera a
precios inferiores a la media. Tras la separación de Olga y Picasso, no cesan
los envíos de dinero, si bien Olga se aleja progresivamente de su familia hasta
que se interrumpe.
Entre
1914-15 Picasso ya había entrado en ese periodo neoclasicista distorsionado con
su gusto por lo inacabado. Conocer a Olga supuso un aliciente generador de lo
que había empezado un par de años antes y que se alargará en el periodo
surrealista. En 1925 Picasso sabe el final de su matrimonio, Gran desnudo en sillón rojo del 5 de
mayo de 1929, es expresiva del deterioro conyugal, con una figura desencajada y
monstruosa. El beso (1931), dos
monstruos se besan, símbolo del declive de la pareja. No habría que pensar que
toda deformación es provocada por el desvanecimiento amoroso hacia Olga,
pensemos en El acróbata azul, de
noviembre de 1929, centrado en las proezas acrobáticas y libertad anatómica que
el motivo le permite. La obra de Picasso en los últimos años de relación con
Olga, será de una violencia protagonista en la forma y en los temas, con
escenas de tauromaquia donde insiste la figura del toro que empitona al
caballo.
Olga:
una personalidad grave y tranquila, la mayor parte de las veces melancólica que
ha dejado su tierra, su cultura y su lengua, introvertida, preocupada por las
noticias de su familia rusa que atraviesa enormes dificultades. Picasso subraya
todo eso con un trazo ingresco y la expresividad de sus líneas (Olga con cuello de piel, 1922-23). No
aparece así, en cambio, en las películas familiares en las cuales Olga y
Picasso se pasan alternativamente la cámara: abierta, activa, interactúa con
los diferentes personajes de la escena. En las películas familiares se desvela
una Olga muy dinámica y sonriente, a su vez nos muestra a Pablo Picasso
seducido por la cámara.
En
estas películas de 1931, Olga ya sabía desde hace tres años de la relación de
Picasso con Marie-Thérèse Walter (M.T.W.). Una esposa “engañada”, que no puede
contar con el apoyo de su familia, quizá lo único que puede hacer, es dejar
constancia en estas películas de la preponderancia de su posición en el estatus
familiar y éxito social que rodea a la pareja.
La
relación con Marie-Thérèse Walter, se refleja en la pintura de Picasso. Por una
parte, refleja a Olga de esa forma surrealista deformada, y por otra a MTW con
una paleta fresca con figuras ligeras y eróticas que reflejan la energía y
rebrote en la obra de Picasso, dan una imagen de armonía y complicidad (Mujer en sillón rojo, ésta de 25 diciembre
1931). Dislocación violenta impregna Busto
de mujer y autorretrato (1929) o Mujer
con estilete (19-25 diciembre 1931).
En 1927 Marie-Thérèse
Walter vendrá a dar un giro en la vida y obra de Picasso, Olga y él se separan,
si bien permanecieron casados hasta el fallecimiento de Olga Ruiz Picasso en
1955. La vida íntima
influye en la obra de Picasso y cobra una dimensión trágica de la vida del
matrimonio, de la que corridas y crucifixiones constituyen desgarradoras
metáforas (La Crucifixión, 1930, contrachapado,
óleo sobre madera). Un divorcio que no llegó a consumarse, pero que derivó en
una tormentosa vivencia para ambos. Paulo quedó en custodia de su madre y
Picasso vivía separado de ellos. En la década de 1930 podemos ver en la obra de
Picasso muestras de culpabilidad y cólera junto a otras de plenitud. Volvió a
ser padre con Marie-Thérèse Walter: Maya, si bien mantuvo al tiempo su relación con Dora
Maar.
Verano
1933 vacaciones en España con Olga y Paulo. A su regreso multitud de escenas
taurinas, tema principal durante los siguientes tres o cuatro años, cuando se
trataba de divorciar: Corrida (1922, óleo
y lápiz sobre tabla), torero sobre el lomo de un toro a modo de rapto de Europa
y ambos sobre un caballo estremecido. Otra variante: Corrida: la muerte de la
mujer torero (6 de septiembre de 1933, óleo y lápiz sobre tabla).
Con el
tiempo Picasso se harta de las escenas de celos de Olga, también de sus
enfermedades, hacia las que siente una supersticiosa aprensión, ya que las
atribuye a una energía demoníaca. Unos celos desmesurados con escenas públicas
propias de Shakespeare, consumirán a Olga. Se percibe en la incoherencia de sus
cartas donde mezcla idiomas y manifiesta un odio tremendo hacia Dora Maar y
Françoise Gilot. Separación judicial el 15 de febrero de 1940. No sabemos bien
si Picasso quería el divorcio, ella no. Sigue un tratamiento para enfermedades
nerviosas, que costea Picasso, pero no cesan los delirios y falleció en la
clínica Beau-Soleil de Cannes el 11 de febrero de 1955.
En abril
de 1933, después de Arlequín, Picasso adoptó el Minotauro como alter ego
gráfico. Por una parte, la pasión con MTW, por otra su esposa, dos hijos Paulo
y Maya. Lleva la mitología a su historia personal, sus relaciones amorosas,
impetuosidad del deseo como poseído por Dionisos. Minotauromaquia será su
amalgama mitológica (corrida, crucifixión y Minotauro). A partir de 1935 y la
separación definitiva de la pareja la presencia de Olga será más discreta y
pacífica, se produce un parón de un año en su actividad artística y empieza la
disputa por los bienes conyugales.
1935,
deja de pintar y comienza a escribir; en sus poemas, Picasso explora los
recursos del idioma (francés o español, le da igual) con extrema libertad e
indiferencia hacia la gramática y la sintaxis. El primero que encontramos en
sus Écrits, en Boisgeloup, el 18 de
abril de 1935 escribe en español: “si yo fuera afuera las fieras vendría a
comer en mis manos y mi cuarto aparecería sino fuera de mí otros sueldos irían
alrededor del mundo hecho trizas pero qué se ha de hacer hoy es jueves y está
cerrado hace frío y el sol azota al que yo pude ser…”
Los
biógrafos no han tratado bien a Olga Picasso, según Michael C. FitzGerald en el
catálogo de la exposición. Pocos la llegaron a conocer y por lo general se
tiende a ver a Olga como una mujer convencional que apartó a Picasso del buen
camino del cubismo, hacia el “neoclásico” y cuando se alejó de ella retornó a
la vía surrealista. La documentación que posee la Fundación Almine y Bernard
Ruiz-Picasso para el Arte, ha iniciado un análisis de la misma que irá
cambiando esta percepción.
Con
Olga, a Picasso se le reprocha el tipo de vida mundana que lleva, su apego a la
alta sociedad, su manera de vestir tan elegante, pero Picasso abandonó la vida
bohemia de Montmartre, realizaba viajes al extranjero y se codeaba con los
círculos de la nobleza desde 1916. Acompañar a los Ballets Rusos le permitió
visitar Roma, Nápoles y Pompeya; Londres y las esculturas del Partenón. Tuvo
acceso directo a las obras del Renacimiento. El periodo transcurrido entre 1916
y 1924 es desconcertante en el contexto de la obra picassiana. Tras inaugurar
el cubismo y abolir los convencionalismos de la obra de arte, ahora retorna a
los principios de la representación estatuaria y la figuración realista, con
composiciones acordes con la tradición clásica partiendo de la línea como
elemento determinante de la forma y figuras de grandes contornos,
voluminosamente modeladas. Es una coexistencia de contrastes que coincide con
otras tendencias después de la Primera Guerra Mundial y otros artistas que
también retornan al orden, a la revivificación del clasicismo, como George Braque,
Fernand Léger, Gino Severini o Giorgio de Chirico.
No
olvidemos que, en esa vuelta al orden, encontramos, entre otras, la espléndida
de Músicos con máscaras de 1921, dos
versiones, MoMa y Filadelfia. Asimismo, del clasicismo picassiano están ausentes
la simetría y la proporción, sus figuras no son equilibradas sino deformantes, tratando
de superar unos límites a los que ya había llegado el cubismo.
Hay
una cierta crítica que se empeña, según Émilie Bouvard en el catálogo de la
exposición (pg. 71), que asocia a Olga con una tópica burguesa, castradora y
potencialmente histérica, que coarta en alguna medida la tendencia
ordenadamente caótica de Picasso. Según esta autora, Olga Picasso “abrió un
nuevo camino para el arte del siglo XX, el de la personalización del modelo
privado” (pg. 75). Esta forma se extendió a otros artistas como Giacometti,
Francis Bacon, Lucian Freud, Nan Goldin o Marlene Dumas. Si bien Picasso, sigue
diciendo Bouvard, “continuó siendo un hombre del siglo XIX, aferrado a una idea
casi exclusiva del modelo femenino, considerando siempre a la mujer (hermosa)
como un objeto y nunca como un sujeto del arte, en la línea de su propia
relación con las mujeres. Bacon, Freud, Dumas o Goldin llevarán esta elección
radical a una nueva contemporaneidad de las relaciones entre los sexos, de la
confusa mezcla de los géneros, y de la vida y el arte”.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
CATÁLOGO
exposición Olga Picasso. Fundación
Bancaria “la Caixa”, Editorial Planeta, 2019
(Gallimard-Museé
national Picasso-Paris, 2017).
PICASSO, Pablo, Écrits. Édition de Marie-Laure Bernadac et Christine Piot. Préface
de
Michel Leiris. Paris, Réunion des Musées Nationaux et Editions Gallimard,
1989 (pg. 1, el fragmento citado).
WARNCKE, Carsten-Peter
y WALTER, Ingo F., Pablo Picasso
1881-1973. Köln, Taschen, 2007.