Volver
veinte años atrás al Palacio de Cristal del Retiro, ahora que se hace rotundo
el título de su exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid de 2006 (Nacho Criado [No existe]), nos convierte
a nosotros también en agentes colaboradores, dentro de esos espacios escénicos
donde testimonia su vida y reta a la meditación, donde renovar el significado
de sus piezas, su interpretación, la intencionalidad o el enigma de la
representación ante el que sucumbir.
En este
recorrido podemos observar su relación con el arte povera y el minimalismo (mejor hacia lo mínimo, como Nacho
Criado quería entenderlo), transcendiéndolos en una estrategia de sucesivos
procesos de colaboración (de ahí el título de la exposición) con agentes
naturales que intervienen en el resultado de la obra en alianza con el tiempo (In/digestión,
1973-76); polillas, termes u hongos entre cristales (Umbra Zenobia, 1991) cuya erosión cambia la forma. Líneas de
trabajo entorno a piezas de Carl Andre, Walter de Maria o Robert Smithson, le
inician en una disciplina donde en la propuesta ya está la obra (tantos son los
proyectos en el escenario de su imaginación). También cabe resaltar la complicidad
con Walter Marchetti, integrante de ZAJ, desde su origen en 1964, cuya
actividad choca con las convenciones artísticas del momento, con acciones que
congregan diferentes actividades artísticas, tanto musicales como plásticas o
poéticas, donde cabe resaltar su actitud frente al medio artístico o político.
Formas
liberadas de la mimesis, que cuestionan la representación del objeto que le
llevan a un rigor conceptual alejado o al margen del paradigma clásico del arte:
un extrañamiento o excentricidad recompuesta sobre Mantegna y la sensibilidad
del sueño (En tiempo furtivo, 1997);
que va excavando sensaciones nuevas en nuestro interior y nos prolonga la
experiencia duchampiana, Escalera
(2006). Son “ideas que ponen en práctica
el concepto” (Sol LeWitt “Sentencias sobre arte conceptual”, 1968, recogido en
Marchán Fiz, Del arte objetual al arte de
concepto. Madrid, Akal, 1994),
generando una base conceptual con propuestas de transformación del objeto
artístico, tanto en la creación como en su recepción y mercantilización, con
provocaciones con sentido contestatario y político. Conceptualismo que se
desborda en sus instalaciones donde aborda las posibilidades de representación
de la naturaleza o bien como desmaterialización de la obra artística y
fundamentada en la idea, en el proyecto, que nos habla de su propio proceso de
configuración y que nos recuerda también otras propuestas: Bruce Nauman, El artista verdadero es una fuente luminosa (transparente sobre cristal, 1966) o
Joseph Kosuth, Arte como idea como idea,
1968.
Un arte que altera la funcionalidad de los objetos, ¿qué sujetan esas escuadras (Paisajes endémicos (1997-2003)? Nada, “Nada
que apoyar, Nada que soportar, Nada que objetar” (figura en otra obra de igual
título de 1992) nada sino la inquietud de quien lo ve, evanescencia y suspensión
del orden. Objetos, entre Duchamp y Beckett, para soportar la reflexión, la
mirada que allí queda atrapada, la arena del desierto quebrada en el cristal. No
hay escape tranquilizador.
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