Cuando a inicios de los ’80 Cristina Iglesias empieza a estudiar en Londres, existen múltiples debates en torno al minimalismo, la escultura de las vanguardias históricas y el arte povera. También comienza a destacar
Tras
diez años de exposiciones, 1993 es el año donde empieza a consolidar su teoría
artística con sus esculturas, inspirada en la tipología arquitectónica,
fraguando colaboraciones con arquitectos, bien interviniendo en edificios o
espacios urbanos, que duran hasta hoy. Sus piezas transitan por la turbulencia
barroca (tensión de luz del alabastro), el land
art, el minimalismo y el arte islámico (tejido de celosías).
El
título de la exposición nos podría llevar a una alegoría del collage, donde el fragmento cobra
riqueza significativa y remite a un todo, como sus arquitecturas remiten a
espacios mentales. La duplicidad del lenguaje es un procedimiento (procédé) de la escritura muy del gusto
de Raymond Roussel, un autor en el que se inspira Cristina Iglesias, que a
veces también jugaba a emplear palabras como retales lingüísticos que le
sirvieran para enlazar otras palabras, como esos fragmentos arquitectónicos
crean y devienen otro espacio, disparando el sentido potencial del lenguaje.
Por
otra parte, podemos considerar una ruta trazada por Gaston Bachelard que ha
analizado en conocidos ensayos la tierra, el fuego, el agua y el aire. Que escribió
un texto para una exposición de Chillida, en sus inicios, y cuya obra es de
sobra conocida para Iglesias. Suspenderá también sus esculturas, que como en
las de Calder, ya no surgen de la tierra y desafían la gravedad, encontrando
obras de Iglesias por
tierra, mar y aire.
Una
cierta pasión orientalizante nos lleva a destacar las celosías, donde la mirada
queda tamizada entre paredes de ficción vegetal: Impresiones de África II, 2002 (Celosía de polvo de bronce, madera
y resina); Celosía À rebours
[Contra natura], 1996 (Polvo de bronce y madera). En Santa
Fe I y II (2006) la celosía de gres nos conduciría hasta el fuego y hasta
Vitruvio que nos habla de los ladrillos, como un regalo (doron) de la naturaleza “que hace explícitas las cualidades de la
tierra” (Per Kirkeby, recogido en Javier Maderuelo, Caminos de la escultura contemporánea. Salamanca, Ed. Universidad
de Salamanca, 2012).
También podemos recordar el sistema de “apadana” de los
palacios persas (Pasagarda), en donde se colgaban tapices y alfombras de las
columnas, logrando distintas distribuciones en los grandes salones, así Corredor suspendido I, II y III, (2006):
Pantallas de hierro dulce trenzado, suspendidas, recordando el aleteo de luz en
el dédalo de callejuelas y adarves de las medinas árabes.
Un
afán de fluidez en sus obras: dejar pasar la luz, el agua, el aire, rendijas
por donde se cuela la ingravidez del tiempo, contemplándolas logramos un cierto
ensimismamiento, el aislamiento de su origen, llegando a esas islas submarinas
en las que Cristina Iglesias trata de modelar el agua, adaptándolo a sus formas
escultóricas (Estancias sumergidas,
mar de Cortés, Baja California Sur, México, 2010). Más cuentos de agua, Towards the Bottom [Hacia el fondo,
2009]: Espacio de agua a través de las plantas, conectando con esa fluidez de
todos los elementos que componen las fuentes nazaríes donde se desliza el agua
pero también la luz y la mirada sobre el reluciente mármol. El agua va fluyendo
por un bajorrelieve vegetal hasta caer por una hendidura, un misterioso pozo “…
para la imaginación materializante la muerte del agua es más soñadora que la
muerte de la tierra: la pena del agua es infinita.” (Gaston Bachelard, El agua y los sueños. Ensayo sobre la
imaginación de la
materia. México , Fondo de Cultura Económica, 1978. París, 1942).
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