Sin
remitirnos expresamente a las propias aventuras y desventuras de la caballería
roja del mariscal Budionni, ni a la novela de Isaac Babel (al que poco le valió
servir en ella), podemos sentir la suave melancolía de lo destinado al fracaso,
cuando vemos las obras de esta exposición casi como un tributo a la utopía que
dejaron tantos artistas ejecutados, desterrados u olvidados, esa caballería
vanguardista con “versos de timbres vigorosos” (Ajmatova sobre Mayakovski), inútil
armamento ante el asedio de un ejército de acero.
La
primera revolución de 1905 contra el zarismo, da lugar a una monarquía
constitucional con una Duma o asamblea legislativa y libertad de prensa; una
explosión creativa asociada a la vanguardia rusa, con un nuevo modo de ver el
mundo en una ficción especulativa de futuro con abundantes proyectos que
pretendían cambiar la fisonomía de la vida cotidiana. Entre 1917 y 1920 guerra
civil y comunismo de guerra que produce una quiebra de la infraestructura
cultural con acontecimientos rápidos de difícil adaptación, sucediéndose un
cierto dinamismo cultural con una cultura reticular de amplias líneas de
creación que se entrelazan. Al tiempo Lenin se da cuenta que esa economía de
guerra genera tensiones entre los campesinos hacia los bolcheviques y permite
con la NEP una cierta economía privada pseudo-capitalista. Asimismo cree
necesario una intelligentsia que abra
y dirija los ojos del proletariado en su mayor parte rural y analfabeto,
permitiendo la vanguardia un tanto displicente y agitprop de carácter lúdico y educativo buscando un efecto de
concienciación de las masas. Rusia postrevolucionaria se convirtió en un campo
experimental de la imaginación, como dice Rosa Ferré en el catálogo de la
exposición: “Lo inimaginable ya había sucedido: ahora, para muchos, era el
momento de imaginar todo lo que podía suceder”.
Podemos
mencionar, entre otros tantos, la experimentación de los Vjutemas o Talleres de
Enseñanza Superior de Arte y Técnica de Moscú, creados por decreto de Lenin en
1920 con final en 1930 y participando en ellos El Lissitzky, Liubov Popova,
Rodchenko o Tatlin. Se dio cabida a todas las tendencias con objetivo del arte
como conciliador social y una experimentación artística orientada hacia la
producción en serie que se denominó constructivismo fundamentado en tres
principios, según establece en el catálogo Christina Lodder: Tectónica o uso
funcional y social en el ámbito comunista; construcción para una función específica
y factura o manipulación correcta del material. El constructivismo encaja bien
con la NEP que se proponía restaurar la economía mejorando la producción y la
calidad de la manufactura, de ahí que también se llamaran productivistas en un
afán de entroncar mejor con el Gobierno.
Se
asoció el éxito revolucionario con las aspiraciones de absoluta libertad
creativa. En la revista LEF y NoviLef se plasmarán los efectos culturales de la
NEP. En esa revista Mayakovski encabeza un proceso que llevase a nuevas formas
de integración social y que proporcionase
consistencia a la vida diaria, lo que vendrá en llamarse “factografía” o
interés programático en fijar los hechos creando una nueva forma de escribir
que aportaba una mayor densidad y dinamismo a lo real (reportajes, memorandos,
relato corto), semejante a los fotomontajes de Rodchenko en fotografía. El
fotomontaje del constructivismo sería una culminación de la propaganda
política. La fotografía entroncaba bien con ese proceso productivo industrial,
además de incorporarse a las bellas artes proporcionaba una imagen rápidamente
reconocible al tiempo que documentaba. Nuevo lenguaje visual donde destacó
Gustavs Klucis, que aprendió con Malévich y Pevsner y experimentó con una amplia
variedad de técnicas: collages, exposiciones múltiples, negativos, fotogramas…
Según Iveta Derkusova le podemos atribuir la creación de la silueta de Lenin
con el brazo en alto alentando a las masas y que se convirtió en todo un
símbolo. Posteriormente lo hará con la figura de Stalin, aún así le arrecian
las críticas vanguardistas siendo arrestado y ejecutado en febrero de 1938.
También
podemos señalar el Grupo Oberiu (Unión del Arte Real): Recitales, actuaciones y
“happenings” en Leningrado (hoy San Petersburgo) a finales de la década de 1920,
pretenden desvincular la expresión artística de los planteamientos teóricos del
pasado, considerando la autosuficiencia del objeto y la palabra, renegando de
su simbología o representación. Practican una poesía fonética y una filosofía y
lenguaje de la intuición, cercano a la literatura del absurdo de raigambre
inglesa, cuyos mensajes chocaban con el pretendido lirismo del realismo
socialista (serán detenidos).
Los
debates artísticos, podríamos decir, tienen un carácter de palimpsesto y se
cierran con el devenir como punto y seguido. Tras la Revolución los
experimentos culturales tendrán su punto final con Stalin y los planes
quinquenales, aniquilando discrepancias e imponiendo una nueva terminología
dentro de un único discurso que se alejaba de la innovación formal. La cultura estalinista produjo un cambio
radical del inicio vanguardista, acabando con un romanticismo revolucionario
pasado de moda, en su lugar surgió un sobrio realismo socialista, que en una
definición oficial de Andréi Zhdánov, mano derecha de Stalin, recogida por
Evgeny Dobrenko en el catálogo de la exposición sería “la representación veraz
de la realidad en su desarrollo revolucionario”. La cultura estalinista, según
este mismo autor, “postulaba un principio pero desarrollaba otro completamente distinto.
Pregonaba el internacionalismo mientras consolidaba el aislacionismo, el
nacionalismo y la autarquía; demandaba la ausencia de clases, pero reforzaba la
jerarquización; hablaba de libertad, pero desarrollaba las más radicales formas
de opresión; reivindicaba la modernización, pero se apoyaba en los gustos más
tradicionales de las masas…”
Las
formas geométricas de la vanguardia se oponían a la divisa comunista, el
realismo socialista combate el formalismo: el arte tiene que ser accesible a
las masas para las que se forjó un ideal patriarcal basado en el pasado. En
1932 disolución de agrupaciones y creación de sindicatos donde el artista se
asemeja a un funcionario con privilegios domésticos (ropa, pan, jabón). A
cambio se le exige verosimilitud para las grandes masas campesinas que por lo
general no se entusiasmaban con el arte vanguardista eminentemente urbano. El
arte debía ser simple y feliz con dedicación a los ideales del Partido
Comunista, con una estética donde predomina la monumentalidad y el espíritu
heroico.
En
esta exposición(simultánea a la de Aleksandr Deineka, que ya vimos), un
altísimo porcentaje de las biografías de los artistas termina en ejecución
o vilipendio, su lista abarca todas las
artes que conocemos y algunas sorpresas más (el fascinante laboratorio de
poesía del sonido de Ígor Teréntiev); para ese recuento y recuerdo, el espléndido
cuadro de Malévich Caballería roja
(c. 1930): bajo un cielo que augura la obra de Rothko, una mínima figuración
cabalga sobre una tierra convertida ya en un friso listado de memoria.
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