Llevemos
la imaginación hasta el siglo III-II a.C. para buscar los orígenes del bodegón
en los pavimentos en mosaico con efecto visual de restos alimenticios o asarotos oikos (“casa no barrida”); o
bien, los paneles murales con cestos de fruta, vajilla y viandas, xenia (dones de bienvenida a los
huéspedes). Más próximo, hacia 1480, está el descubrimiento en Roma de la Domus Aurea , saliendo
a la luz las sus pinturas murales de grutescos, que incitará a los pintores
renacentistas a buscar el parangón con los de la Antigüedad (v. gr. Rafael en
las Logias vaticanas), extendiéndose también a los coleccionistas que quieren
tener esa filiación con lo antiguo. Formalizándose el bodegón, como género
independiente, a finales del siglo XVI.
Aunque
el término bodegón aparece tanto en el título de la exposición como en el
catálogo (Teresa Posada Kubissa, “La ‘mesa con arreglo de objetos y alimentos’,
una tipología del bodegón flamenco y holandés”, en Catálogo exposición) la
autora del mismo opta por la denominación “mesa”, tal como figuraba – nos dice -
en los inventarios flamencos y holandeses del XVII, donde encontramos mesas de
cocina con exhibición mercantil de viandas. No
serían bodegones, pues no figura en ellos ni cocina ni bodega, sí en cambio
lujosos objetos y exóticos alimentos en un entorno que llegará a ser monumental.
Tampoco sería adecuado “naturaleza muerta”, como también pensaba Gaya Nuño, no
cabe ese calificativo a la cristalería o cubertería que ni vive ni muere, y no
es apropiado en los alimentos pues nos aleja de su consumo. Copiar del natural
se refería a copiar de modelos humanos inmóviles, “naturaleza muerta” deriva
del francés, que un siglo después, en el XVIII, traduce stilleven, literalmente vida quieta o inmóvil, pero no muerta. “Still-stehende
Sache” fue una de la primeras denominaciones para los silenciosos cuadros de
Sebastian Stosskopff, así, Stilleven,
Still Life o Vie coite eran términos divulgados en Europa hacia mitad del XVII,
como vida inmóvil o inmovilizada.
Tanto
“mesas” como bodegones fueron desarrollados por los pintores holandeses azuzados
por la iconoclastia calvinista que, además, potenció el desarrollo de la
pintura de paisajes. Bodegones y mesas desarrollarán antiguas escenas
marginales de flores y frutas en trípticos o tablas, con una gran especialización
y precisión pulquérrimas por parte de los pintores que guardaban con escrúpulo
sus “secretos de cocina”. Observando – según Teresa Posada - una codificación de
elementos desde sus inicios: el limón a medio mondar, el cuchillo sobresaliendo
de la mesa, el plato de peltre y las copas sobredoradas.
Siguiendo
el catálogo de la exposición podemos apreciar el bodegón de Osias Beer (c.
1580-1623) iniciador de estas composiciones cuya abundancia tiende a llenar la
superficie pictórica. Las tres mesas de la misteriosa Clara Peeters
(¿1594? – 1657/58), con sus composiciones piramidales con un tono cromático
predominante y algún dulce en forma de “P”, que quizá alude a su apellido. En Floris
van Dijck (c 1575-1651), hallamos una perspectiva baja que distancia al
espectador logrando mayor profundidad espacial.
Destacar
los llamados “bodegones monocromos”, donde predominan los tonos pardos y verdes.
Iniciados por Willem Heda (1593/94-1680) en Haarlem hacia 1629 y por Pieter
Claesz (1597/98-1660) con diferencias mínimas entre sus obras, por lo general, con
tableros descubiertos y los objetos en un cierto desorden aparente pero que
mantienen un ritmo enlazado de curvas contrapuestas. La colocación no se hacía
“al acaso”, sino con proporción, orden y perspectiva, donde la luz uniformiza
el conjunto, creando una reducida escenografía, una atmósfera de luces
amortiguadas con sutiles reflejos y un efecto cálido y envolvente. Este tipo evolucionará
hacia los “bodegones lujosos” (pronkstilleven)
en los que destaca la acumulación de objetos opulentos.
Para
la autora, conservadora de pintura flamenca en el Museo del Prado, las posibles
significaciones de estas mesas pueden quedar reducidas a dos tipos de
interpretaciones. En la primera se produciría una comunicación de ideas
netamente visuales con Arnold Hauser, entre sus mejores exponentes donde los
bodegones devendrían vanitas que
provocan inquietud en la burguesía por su acumulación de bienes
materiales. Otro tipo de interpretación
establece una descripción de la realidad visible, así Julie Berger Hochstrasser
destaca de estos bodegones una autoafirmación patriótica (los arenques, que
recuerdan el asedio de Leiden durante la guerra contra España) que celebra, en
un paisaje doméstico, la abundancia proporcionada por el tráfico comercial
intenso, siendo también alimentos recomendados para una dieta apropiada.
Si
en el Norte, el bodegón es una imagen del bienestar en los países meridionales
va a derivar hacia la vanidad de las bellezas del mundo, máxime en España con su
peculiaridad de mezclar lo natural y lo sobrenatural, como nos dice Francisco
Pacheco en Arte de la pintura: “Por
el mesmo camino va la pintura de las frutas, si bien pide más caudal y tiene
más dificultad su imitación, por servir, en algunas ocasiones, a graves
historias.” En España, ya en 1599 se empleaba el término bodegón, así son
llamados unos cuadros (perdidos) en la testamentaría de Pantoja de la Cruz. También figura
“bodegón” en el Covarrubias (1611) aunque con otra significación, alude a la
cueva donde se conservan alimentos y bebidas sin que tengan que cocinarse.
En
España se desarrolla durante el siglo XVI, no cabe aquí sino mencionar de paso
a Sánchez Cotán, Zurbarán y la deriva de Juan de Arellano, que adultera el bodegón
flamenco presentando soberbias naturalezas muertas que tienen un nítido antes y
un después. En las vanitas (de
Antonio de Pereda o de Valdés Leal) hay referencias sobrenaturales muy
explícitas, que refuerzan la concepción religiosa del asunto obligado en la
cultura española barroca: Caducidad de la belleza, la riqueza y el poder
sujetos al dominio de la
muerte. Fugacidad de la vida en algunas frutas o flores en
fase marchita, alegorías de la inanidad del mundo. Así Francisco de Rioja
hablando de las rosas: “Tan cerca, tan unida / está al morir tu vida, / que
dudo si en sus lágrimas la aurora / mustia tu nacimiento o muerte llora.”