jueves, 28 de agosto de 2008

MUDANDO EL ALMA

El constante y pormenorizado tránsito de enseres hacia una nueva casa debe ser lo más parecido a ese espíritu primitivo, nómada, históricamente ancestral, donde más que viajar, se gestaba la fortaleza de la humanidad naciente ante los imprevistos, desarrollándose la capacidad de enfrentamiento entre el ser desnudo de certezas, sin los recursos del asentamiento, y el desconocido paisaje que se aproximaba e imponía (aunque por entonces más que paisaje – país, paisanaje – debía estar más cerca de la provocación selvática).

Entre una casa y otra, estamos inermes ante el riesgo de la contingencia. El paisaje desconocido de las cuatro paredes, sin nuestras señas, aún deshabitadas, empuja hacia una intrepidez incómoda: la maraña administrativa de los cambios; los artefactos que todavía no funcionan o lo hacen de forma desacostumbrada; nos falta el recurso cómodo de lo habitual, que solventa esos primeros e indecisos pasos. Buscamos la solidez de la forma, lo ya modelado por nuestra creatividad a la costumbre, estirar el brazo y saber que está ahí: aquello que amamos, aquello que necesitamos, el papel y la tinta de la reflexión que lo llene.

Y en pleno desorden tiramos, arrojamos y destruimos como vendaval asolando estantes del pasado. Al fin vemos lo que importa, no es tanto. Los cachivaches o aquello que conservamos nos dan parte de lo que hemos sido y nos cuentan que seremos, prácticamente, lo que ya somos: un confort de costumbres placenteras salpimentadas ocasionalmente por una emoción súbita que colma nuestro paladar con una macedonia de recuerdos.

La inquietud que produce un nuevo espacio está en relación con el ansia que provoca el desequilibrio, pues no tenemos todavía fijadas las perspectivas de la casa nueva y, además, surgen cajas y cajas en romería, con recuerdos peregrinos que hablan de nuestro origen y nos informan hasta dónde hemos ido a parar. Hasta ese momento hemos sido capaces de dar un modelo a una antigua casa y la nueva ni siquiera tiene un aire de familia; inquietud porque saldremos quizá de allí igual, en otra caja y el alma, por fin, quintaesenciada.