jueves, 19 de noviembre de 2020

INVITADAS. FRAGMENTOS SOBRE MUJERES, IDEOLOGÍA Y ARTES PLÁSTICAS EN ESPAÑA (1833-1931).

 

Gracias a exposiciones como esta del Museo del Prado, que ya enfatizó la obra de Clara Peeters y dedicó otra a Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, o exposiciones como Heroínas en 2011 en el Thyssen, podemos ver el efecto de la pregunta formulada en 1971 de Linda Nochlin: “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?” o la que realizaban unos años después Guerrilla Girls “¿Tienen que desnudarse las mujeres para entrar en el Metropolitan Museum of Art?”. Este tipo de preguntas demandaba, sigue demandando un trato artístico, en este caso, que ponga en valor el trabajo realizado por ellas, lo que la agenda feminista llama empoderamiento (empowerment) y que enlaza con la Querelle des Femmes desde hace unos siete siglos. 

Así se va respondiendo a esas y otras preguntas, muestras de este cariz afirman la perspectiva de género en la historia del arte y hacen que se reconsideren las colecciones de los museos y galerías, así como su política de adquisiciones o ventas y que se reconfiguren los valores de la sociedad y hagan que estos permanezcan. Además, suponen la recuperación documental de muchas obras arrinconadas en almacenes o dispersas, la correcta atribución de las mismas, refutando la idea de que no ha habido grandes mujeres artistas. 

A raíz de esto hemos de comentar el error en la atribución de la obra Escena de familia (h. 1889-93), puesta como ejemplo del desinterés institucional hacia las obras de las artistas, debido a su lamentable estado de conservación. Estaba atribuida a Concepción Mejía de Salvador, pero Concha Díaz Pascual, historiadora del arte, rectificó al comisario de la exposición, atribuyéndoselo a Adolfo Sánchez Megías y que lleva por título La marcha del soldado (1895) como cuenta en su blog Cuaderno de Sofonisba. La obra ha sido retirada quizá porque ya no servía como ejemplo a las tesis de la exposición. No se concibe que la hayan retirado porque fuera obra de un pintor, cuando en la exposición hay más obra de pintores que de pintoras, algo que no se entiende bien. No hubiera estado de más haber dejado la obra y la explicación en la atribución, dando visibilidad a la mujer que descubrió el error o el descuido.

La exposición, con su largo subtítulo parece contrarrestar el no muy afortunado título de la misma (parece como hacerles hueco momentáneo a las mujeres), supondría, a nuestro entender, una especie de puesta en escena del libro pionero en España de la profesora y académica Estrella de Diego, La mujer y la pintura del XIX español. Cuatrocientas olvidadas y algunas más. Excelente libro que revisa la historia y honra a las mujeres que precedieron a las de hoy, donde se aportan nombres y datos de la situación de la mujer en el siglo XIX (y anteriores), que contiene una información tan vigente ahora como en 1981, año de la tesis doctoral que este libro fue. Que proporciona un corpus teórico a los estudios de género en el ámbito universitario y que nos ha dado a conocer cientos de mujeres artistas desde el siglo XV hasta nuestros días, con una concepción de la mujer que pasa de ser objeto a ser sujeto de representación, generando nuevas narrativas que saquen a las mujeres del terreno del deseo puro y simple y la introduzcan en el del poder. 

El XIX es un siglo que rebosa de imágenes de mujeres nuevas al tiempo que reinterpreta a las anteriores con una autoconciencia creciente. Este debe ser el objetivo de la exposición, con una primera parte, demasiado extensa a nuestro parecer, donde vemos los estereotipos de la representación femenina, para pasar a las obras realizadas por mujeres, unas cincuenta, en su mayor parte pintoras, dos escultoras y dos cineastas. 

Los estudios de género en España llevan aproximadamente cuatro décadas, en los que fundamentalmente (por decirlo aquí de una manera apresurada) tratan de crear una narración que integre a las mujeres en el contexto cultural que habían sido olvidadas. Porque cabría suceder como en la Primera Exposición de Pintura Feminista, celebrada en el Salón Amaré de Madrid en junio de 1903, que al final la participación de cuarenta artistas se redujo a una suerte de gueto que anulaba su individualidad, quedando subsumidas en un conjunto de rango menor. (Jimenez-Blanco, pg. 368, Catálogo exposición). Por eso es importante reconocer y percibir la herencia realizada por cada mujer: la genealogía artística; o como dicen nuestros amigos de la editorial Tigres de Papel, “Genialogías”, su flamante colección, que alude también al concepto de “Genio” que hay que revisar a partir de igualar condiciones de partida. 

Es importante rescatar los nombres, reinsertarlos en la historia del arte y que ésta muestre sus nervaduras, la intrahistoria o la infrahistoria. Porque si algo se sabe en historia del arte es que el discurso funcional cambia según los descubrimientos y sus categorizaciones. No se trata de añadir nombres de mujeres para ser feminista, volvamos una y otra vez a la integración, al contexto en los estudios de género donde se revisa el concepto de calidad que procure no dejar obras fuera del sistema, porque las comparaciones tienen que partir desde la igualdad en los medios de producción y aprendizaje. Ya la educación de las niñas, para empezar, era diferente, sustituyendo las materias primordiales por otras consideradas más propias de su género, relacionadas con el ámbito doméstico. Otro tanto ocurría con la prohibición de estudiar desnudo al natural, para las mujeres, durante mucho tiempo. Para el detalle y desarrollo de la integración en las instituciones oficiales o Academias de Bellas Artes, así como en los certámenes oficiales de pintura, se puede seguir, entre otros, el libro citado de Estrella de Diego como el de Patricia Mayayo, Historias de mujeres, historias del arte, que llega hasta nuestros días. 

También en el catálogo de la exposición se habla la lentísima incorporación de la mujer a los circuitos de arte en España, que según Mathilde Assier, no se diferenció mucho del resto de Europa, lo que sí es lástima es que cuando las mujeres lo lograron “resultó que muchas lo abandonaron para nutrirse del aire fresco de las vanguardias.” (Assier, pg. 64, Catálogo exposición). 

Para la mujer española del XIX e inicios del XX dedicarse a la pintura o al dibujo (fundamentalmente flores, también bodegones y algún retrato si acaso) podía considerarse hasta distinguido siempre que se parase a tiempo, es decir que no la impidiera casarse o dedicarse al cuidado del hogar, la familia y el marido. Un ejemplo del que nos habla Leticia Azcue Brea en el catálogo es Helena Sorolla (en la muestra con una escultura espléndida de un desnudo), hija del pintor y de Clotilde García del Castillo, que incluso criada en un ambiente artístico selecto, abandonó su prometedora carrera como escultora tras el matrimonio. Muchas, muchísimas dejaban la práctica artística al casarse. El paternalismo estaba en el Código Civil que anulaba su personalidad sin poder si quiera administrar sus bienes, la mujer soltera estaba bajo la potestad del padre o del hermano, casada bajo la autoridad del marido. 

En la terminología del catálogo abunda en el término “patriarcal”, bien, no se puede practicar un nuevo discurso con los viejos puntos de vista, pero “culpar siempre al hombre es excesivamente fácil porque esto presupondría una inferioridad femenina” nos dice De Diego. “El patriarcado – según la escritora y poeta Graciela Rodríguez Alonso – es como el aire que todo lo envuelve, infiltrándose en nuestros pulmones, envenenándonos sin que notemos al respirarlo que está contaminado: usos, hábitos, normas con siglos de antigüedad, determinan cómo debe comportarse una mujer” (pg. 84 La epopeya de las mujeres).  Esto viene a cuenta por el cuadro de Antonio Fillol Granell titulado La rebelde (h. 1914), que refleja una alborotada escena en un asentamiento gitano. Si lo patriarcal se repite por todo el catálogo, en esta obra se cambia por “estructuras de corte paternalista” (pg. 148, Catálogo exposición) para definir sus costumbres que dan lugar al lienzo. Consultadas algunas páginas web sobre la cultura del pueblo gitano o romaní, nos dicen que ya no existen patriarcas, sino personas de respeto que con una cierta edad aconsejan e interpretan sus leyes. Quien esto escribe, que ha sido vecino de Pan Bendito en Carabanchel durante más de veinte años y ha conocido los problemas que generaba el chabolismo o infravivienda (desde los ochenta, torres de viviendas), celebra que ya no usen ese término que venía siendo habitual hasta hace unos pocos años.  

Para llegar a realizar algún tipo de obra de arte se debe dedicar a ello plenamente y con un ejercicio continuo del arte, la poesía o la literatura que se quiera dominar. Si de habitual es problemático una carrera artística, más para ellas que era una carrera llena de obstáculos. Se suele citar a Elena Brockmann de Llanos, Antonia de Bañuelos y Thorndike o María Blanchard como excepciones a la regla y conseguían salir del país para estimular su arte. Pero su número es escaso, como lo es, en proporción las pintoras españolas que conseguían acceder a las Exposiciones Nacionales y otros certámenes de relieve, según recoge en el catálogo de la exposición la profesora María Dolores Jiménez-Blanco. 

Una de las artistas que más nos ha llamado la atención ha sido Aurelia Navarro Moreno, una paradoja de brillantez y desconsuelo, que responde una vez más a las preguntas con que iniciábamos este artículo y reafirma que sí hubo grandes mujeres artistas. De Granada con casa cerca del Generalife, de formación decimonónica participó en varias exposiciones nacionales con reiterados premios. Cabe resaltar la obra presente en esta exposición Desnudo femenino o, según otras fuentes, Desnudo de mujer (1908), un autorretrato inspirado en Venus del espejo de Velázquez, que no recibió los premios que debiera según todos los testimonios. Una artista con una fuerte inquietud y una gran capacidad creativa que se enfrentó a las prohibiciones e imposiciones sociales que la rodeaban y al más rancio moralismo machista. Según Magdalena Illán Martín, profesora de la Universidad de Sevilla, se está completando el catálogo de su producción, con la ayuda de las obras que posee la familia (Colección Ignacio Navarro), que recupere y valore su figura, que explique en detalle cómo pasó de una exposición pública de su obra a un retiro monacal que solo soslayó con una visita al Vaticano en 1933 para realizar un retrato de la fundadora de la orden en que profesaba. Falleció en su convento, las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento de Córdoba el 9 de febrero de 1968. 

Como hablo de memoria y desde un confinamiento con una mínima biblioteca, no recuerdo muchas exposiciones en este Museo del Prado donde el audiovisual forme parte en las salas de la exposición. Sí recuerdo con admiración el que se desarrolló con la exposición de El Bosco, por eso ahora reseñamos las películas que se proyectan con motivo de esta exposición, que salpimientan con su dinamismo esta “pesada” muestra de pintura. Hemos de reseñar el rescate de tres películas de Alice Guy-Blaché: La Fée aux choux (El hada de los repollos), 1896; Le Départ d’Arlequin et de Pierrette (Las escapadas de Pierrette), 1900 y Les Résultats du féminisme (Las consecuencias del feminismo), 1906, inmensa cineasta olvidada que nos hace reescribir la Historia del Cine quizá como se tenga que hacer con la Historia del Arte. 

En el libro tan citado de Estrella de Diego se reseña a la poeta Josefa Massanés, nacida en Tarragona en 1811, muy conocida en su tiempo y con reivindicaciones feministas en los prefacios de sus obras. Como la profesora De Diego se hace eco en su libro del poema “La resolución”, que está en sus Poesías, nosotros acabamos con parte de otro, en el mismo libro, “Elena la Pescadora” (pg. 40):

 

“Quiero playas, quiero luz,

Aire libre, y brisa floja,

Y un sol sin nubes ni bruma

Y una barca vogadora

Y mi amado marinero

O muero”.

 

 



BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

CATÁLOGO exposición Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931). Museo Nacional del Prado, 2020.

CATÁLOGO exposición Genealogías feministas en el arte español: 1960-2010. Edición de Juan Vicente Aliaga y Patricia Mayayo. Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, 2013.

DIEGO, Estrella de, La mujer y la pintura del XIX español. Cuatrocientas olvidadas y algunas más. Madrid, Cátedra, 2009.

ILLÁN MARTÍN, Magdalena, “’Una joven que vale mucho y que llegará a ser una pintora eminente’: Aurelia Navarro en la escena artística española de comienzos del siglo XX.” Atrio. Revista de Historia del Arte, nº 25 (2019): 224-239.

MASSANÉS, Josefa, Poesías. Barcelona, Imprenta de J. Rubió, 1841.

---            Flores marchitas. Barcelona, Imprenta de A. Brusi, 1850.

--- (Compiladora), Garlanda poética ilerdanesa. Lleyda, Estampa de Joseph Sol y Torrens, 1881.

MAYAYO, Patricia, Historias de mujeres, historias del arte. Madrid, Cátedra, 2019 (2003).

RODRÍGUEZ ALONSO, Graciela, La epopeya de las mujeres. Madrid, La Huerta Grande, 2018.

ROLDÁN SALGUEIRO, Manuel Jesús, Historia del Arte con nombre de mujer. Sevilla, El paseo editorial, 2020.