lunes, 29 de agosto de 2016

JOAQUÍN TORRES-GARCÍA: UN MODERNO EN LA ARCADIA

El noucentisme es un arte de la modernidad que reclama una nueva actitud en el siglo que comienza, el novecientos, si bien reacciona contra el modernismo, conserva muchos de sus rasgos. Tiene un componente político-cultural nacionalista y se concreta con los textos de Eugenio d’Ors, inventor del noucentisme, que por decirlo brevemente, desde una primera influencia de Raimon Casellas, parte de textos de Prat de la Riba y de  Joan Maragall, mezclando el sentido del nacionalismo catalán con una idea del clasicismo, humanismo y meditarraneísmo. Este momento mediterraneísta, es señalado, en varios artículos, con otro alcance conceptual por Ortega y Gasset,  y también por Josep Mª Junoy, que incide en el aspecto constructivo del noucentisme, desde unos postulados estéticos franceses, aunque se diferenció posteriormente, denominado “romanismo” o latinidad.

Torres-García entre 1893-95 estuvo matriculado en el Cercle Artístic de Sant Lluc, de orientación católica, donde asiste a conferencias del obispo Josep Torras i Bagès, que le anima a estudiar textos canónicos de filosofía y literatura. Fue alumno de la Escuela de Bellas Artes con compañeros como Mir, Nonell, Canals y Sunyer, también frecuentó el café Els Quatre Gats y en 1905 llamó la atención de Eugenio d’Ors. A partir de aquí arraiga en él un sentimiento de cultura mediterránea, lo que influirá para que  tome causa por el nacionalismo catalán y su vertiente estética del noucentisme, con la inspiración de la Arcadia mediterránea cuya referencia más inmediata, sin recurrir a Virgilio, la podemos ver en Aristide Maillol con sus Mediterrània en pintura y escultura.

En 1910 viaja a París y admira la obra de Puvis de Chavannes que le ayuda a depurar su lenguaje clasicista. Torres-García con sus escritos pretende crear un arte catalán que funda clasicismo y tradición y ésta se encuentra, para él, en un espíritu cuya plasticidad esté liberada de todo realismo. La libertad formal de la modernidad deriva en un empeño por realizar un arte que pudiera ser considerado tanto temporal (realizado en su época) como universal, constructivo y simbólico, abstracto y concreto (figurativo). Considera el tiempo como una colisión de distintos periodos, en vez de una progresión lineal, (kairos / cronos) una distinción que es particularmente relevante al arte contemporáneo.

Busca un modelo donde encajen los objetivos artísticos y los políticos. Surge así el encargo de los frescos para el Salón de Sant Jordi del Palau de la Generalitat en Barcelona que encarna el poder catalán desde la Edad Media. En 1913, La Catalunya ideal, su primer fresco, Torres-García plantea una imagen de Cataluña neohelénica y mediterránea, de iconografía idealizante. Realizará dos más, pero al morir Prat de la Riba  (su mentor, podríamos decir), Puig i Cadafalch canceló el contrato con Torres-García y se acabó su época noucentiste. Truncada su relación con la representación política que no alcanzó a entender esa retroactividad moderna, termina su filiación al catalanismo arcádico.

A partir de aquí, sus trabajos se decantan hacia la vanguardia, aumenta la linealidad de sus obras y la planitud compositiva. Un arte que finalmente denominará constructivo y que empezó hacia 1918. Año en el que el mundo urbano se convierte en el objetivo principal de sus pinturas y dibujos, donde los motivos se articulan construyendo un ambiente mecánico, así Figura con paisaje de ciudad (1917), donde los objetos que definen un ambiente urbano se disponen sobre el plano del lienzo y se superponen unos con otros. Yuxtaposición de planos y figuras, condensando profundidad: Composición vibracionista (1918).

De Barcelona a Nueva York, en junio de 1920, con su familia, donde permanecerá unos dos años. Si la mirada mediterránea le llevó a las composiciones griegas, la mirada neoyorkina le lleva a la yuxtaposición y al estilo constructivo, como su propia descripción de la ciudad: acumulativa. Le fascina la mirada de pájaro que le ofrece Nueva York, la amalgama de puntos de vistas va a articular su retícula organizadora. En Nueva York prolonga la forma de ver  que compartía con su amigo Barradas en Barcelona, sus paisajes de Nueva York ahondan en una organización formal más rigurosa. También desarrolla la vertiente primitivista, con figuras icónicas y muy construidas o constructivistas, Tres figuras (h. 1925). En 1921 comienza la producción de Aladdin Toys, juguetes de madera (la infancia de su escultura) que exploran la noción de una estructura transformable, perfeccionando su camino a la “abstracción”.

Le fascina el bullicio de la ciudad, las impresiones sintéticas de New York descompuesta, una visión, según él mismo, expresionista, geométrica y muy dinámica. Plasma la ciudad mediante múltiples perspectivas, planos superpuestos y colores vibrantes. La compactibilidad de la experiencia neoyorkina  le ayuda a establecer la matriz estructural de sus composiciones constructivistas de la década de 1930.

En Nueva York se relaciona con la incipiente Societé Anonyme que cerraría en 1950 con exposiciones de artistas como Duchamp, Man Ray, Kandisky, Paul Klee, Fernand Léger o Joan Miró. Conoció y se relacionó con personas estrechamente ligadas al mundo artístico de la ciudad: Armory Show, o las fundadoras del futuro Museo Whitney (1931) y que por entonces disponían del Whitney Studio Club, donde expuso Torres-García en 1921. Asimismo participó en la quinta exposición de la Society of Independent Artist en N.Y. celebrada  en el Waldorf Astoria en marzo de 1921.

Bien relacionado, pero vendió poco y la falta de ingresos restó glamour a una ciudad con ritmo aplastante (lo plasmaba él en la composición de sus cuadros). Tampoco funcionó su fábrica de juguetes, que trasladó a Italia hasta que se incendió el almacén donde los guardaba y abandonó el negocio en 1925.

De regreso a Europa en julio de 1922, pasa por Génova, Fiesole y otras pequeñas ciudades, que contrarresten la agitación de la gran ciudad (hasta que en 1926 se traslade a París). Sus cuadros aquí destacan por su interioridad, naturalezas muertas próximas a un cubismo indirecto y estilizado. También comienza una producción de piezas escultóricas y ensamblajes compuestos con maderas rústicas pintadas. Son obras muy esquemáticas con las que irá recorriendo fases africanista, cubista, neoplasticista, arte primitivo (que siempre le fascinó y abordó de diversas maneas), que le sirve de amalgama para conseguir su propio estilo.

Su producción plástica sobrepasa la abstracción y él lo vincula a la potencia esquemática y la fuerza de sus figuras. A su modo, la abstracción no supone un escape de la representación, sino una de sus manifestaciones. Entiende lo abstracto como no mimético y a esta abstracción no opone la figuración, como cabría esperar, sino lo concreto, éste sí, mimético. Este lenguaje cristaliza en 1929 y coincide con su participación en Cercle et Carré (grupo que ayuda a formar) y su intercambio neoplasticista, pero sin confundirse con éste, sus estructuras, su esquematismo, su trama constructiva venía desde antes. En 1930 en la revista de ese grupo, publica que el espíritu de síntesis en el arte es el que proporciona las obras más notorias en pintura, escultura o arquitectura. Ese espíritu de síntesis le impele una mirada histórica, lo combina, necesariamente con la mirada presente, que le rodea, llena de modernidad que acompaña el primer cuarto del XX. Esa voluntad esquemática será la que le lleve a su culminación artística, hacia 1929, cuando tiene cincuenta años logra su lenguaje definitivo como artista, que podemos ver en Fresque constructif au grand pain (1929) y Physique,(1929): figuras esquemáticas trazadas sobre una cuadrícula densa en la que tonalidades sencillas resaltan campos geométricos.


En estos años alcanza la solución estructural y compositiva en sus obras, es el estilo catedral, una frontalidad opaca donde desplegar los iconos esquemáticos y a veces con contenidos esotéricos. Su interés por la astrología y las tradiciones herméticas, secretismo y lo cifrado le lleva a decir en 1932 que los objetivos últimos de su proyecto artístico entroncan con los de la francmasonería universal, en ese afán de comprender la potencia constructiva de sus estructuras.

Ya en 1930 sus superficies pictóricas se han convertido en un plano (antes se podían distinguir dos) sobre el que se disponen figuras muy esquemáticas y a veces con un carácter simbólico y totémico. Motivos silueteados (hombres, mujeres, relojes, edificios…), planos en su repertorio que recuerdan a Theo van Doesburg y Piet Mondrian, un eclecticismo final desde la figuración hasta el Universalismo Constructivo.

Desde Francia siguió teniendo relación con EEUU, con Albert Gallatin fundador del Museum of Living Art (antes Gallery y finalmente se incorporó al Philadelphia Museum of Art) que concibió como un laboratorio educativo y experimental en el que el público podía ver de forma gratuita grandes obas de artistas contemporáneos. En 1932 deja París y llega a Madrid. Depresión europea y de vuelta a Uruguay en 1934 hasta su fallecimiento en 1949. Amplía su manea pictórica, su constructivismo icónico, recordando los vitrales de la catedral de Mallorca en los cuales trabajó para Gaudí.

De regreso a Montevideo (su ciudad de nacimiento) produce uno de los repertorios más contundentes de abstracción sintética y concreta en América. 1935-38 cuadros casi puramente estructurales, impactantes y consistentes, casi también abstracción pura o bien si tenemos en cuenta su peculiar concepto, su propia abstracción, su propio primitivismo atemporal.

Su etapa final se caracteriza por un gran eclecticismo donde retorna a una precariedad en la factura, a sus primeros momentos de la arcadia. En su obra, la figura se inscribe en el espacio, en una planitud sin aire, como si esquematizara un icono o construyera yuxtaponiendo pictogramas. 

En Montevideo se consagra a la creación de una Asociación de Arte Constructivo (luego Taller Torres-García) que profundizaba en el leguaje geométrico abstracto desde una visión profunda del arte precolombino, fusionaba arte del pasado con el del presente. Era un lugar de estudio y divulgación de la idea constructiva con especial énfasis en la cultura preincainca y por extensión a las culturas indígenas de América del Sur.

En el arte precolombino Torres-García encontraba elementos no vinculados a la representación imitativa que enlazaban como un precedente a la abstracción desarrollada en Europa. Entroncaban, así, con una larga tradición de arte prehispano, basado en los principios geométricos. Esos antecedentes que Torres-García buscó con ahínco, los halló en los motivos de telas y cerámica antigua, renovando los cimientos de una identidad eclipsada.

Su obra ha ido exponiéndose destacadamente desde la década de 1940 y su trayectoria se considera que fomenta el arte y artistas sudamericanos. En Montevideo alcanzará los logros que no consiguió en París o Madrid, así como su contribución a la construcción del panamericanismo.


Los juguetes y sus móviles al final resultarían fundamentales para lo que daría en llamarse arte Madí en el entorno del Río de la Plata, primordialmente en Uruguay. Torres-García ejerció gran influjo en el entorno rioplatense, en jóvenes artistas que realizaban un arte abstracto como Rhod Rothfuss, Emilio Pettoruti o Juan del Prete. Estos y otros artistas continuaron con  un movimiento con el nombre de Arte Concreto-Invención. Éste se dividiría creando en Buenos Aires la Asociación de Arte Concreto-Invención cuyo objetivo era anular la condición de signos o pictogramas (en alusión a Torees-García) en las obras de arte. Proponen una visión sin ilusionismo, entrando, como en los mejores tiempos de las vanguardias europeas, en enfrentamientos, discusiones y divisiones por la evolución del proceso creativo, entre el Taller Torres-García, artistas Madí y la Asociación.

El grafismo plástico de Torres-García está a lo largo de sus obras, pero también lo podemos observar en el libro de collages Structures (1932), a modo del de Aby Warburg, Atlas Mnemosyne: un recorrido netamente visual por la historia del arte, un museo portátil. Lo textual explica muchas veces el origen plástico de su obra, al tiempo que sirve de proyección de sus ideas, según lo expresa en El descubrimiento de sí mismo (h. 1917), así como en otros textos, de una abundantísima producción bibliográfica, de la que resaltamos su autobiografía, escrita en tercera persona, Historia de mi vida (1934) y New York (1921), donde muestra el acoplamiento inicial entre las vanguardias europeas y americanas.

La vuelta casa de Torres-García se planea desde Madrid o París, a semejanza de lo que habían realizado Tarsila do Amaral y Oswald de Andrade, desde allí y ya en Brasil fomentan una búsqueda del origen y la construcción de ese panamericanismo. También Vicente Huidobro tuvo una trayectoria viajera muy semejante a Torres-García, donde se cruzan con mucha frecuencia arte y vida, ambos se conocieron y elogiaron. Huidobro escribió un poema en la revista Arturo, solo un número (1944), pero de gran repercusión en el entorno del Río de la Plata.  Para Huidobro la poesía es un desafío a la razón porque está antes del principio del hombre, estableciendo una tensión poética que altera el orden verbal aunque permanezca la sucesión de contenido léxico, los verbos se sustantivan y/o viceversa.

Vicente Huidobro (1893-1948) cuyo creacionismo primaba la invención por encima de la mimesis, dejaba el poema sintácticamente abierto como una sucesión fragmentada de alusiones sin referencia a la naturaleza. Enlaza con la defensa de la invención en arte de Torres-García, era esencial para llegar a una definición de la práctica artística, la invención de formas, el descubrimiento de algo nuevo. (“Contacto externo”, Ver y palpar, Santiago de Chile, Ercilla, 1941): “Hay que saltar del corazón al mundo / Hay que construir un poco de infinito para el hombre”.

 








(Para la realización de este artículo se ha consultado: Bozal, Valeriano, Arte del siglo XX en España, 1900-1939.Madrid, Espasa-Calpe 1991. Catálogo de la exposición, con textos de Luis Pérez-Oramas, Alexander Alberro, Sergio Chejfec, Estrella de Diego y Geaninne Gutiérrez-Guimaraes. Huidobro, Vicente, Altazor /Temblor de cielo. Madrid, Cátredra, 1981. Junoy, J.-M., Obra poética. Edición de Jaume Vallcorba. Barcelona, Acantilado, 2010.)