martes, 1 de septiembre de 2009

LA PALMA: ISLA DE LOS TRES HORIZONTES

El horizonte es la medida de nuestra imaginación al acecho, no tanto de retos sino de enlazar posibilidades. Visto a ras de mar, a medida que nos adentramos, descubrimos que no es una línea, sino un margen, cada vez más amplio, donde mar y cielo sólo se diferencian en la proporción de azules. Mar: azul volcán de la tierra negra, o el evanescente estelar; a elegir: nautas o astronautas.
Esta isla, que recuerda a un continente, nos ofrece un horizonte medio lleno de rutas y vericuetos, donde se instala una nube que es manantial de monteverde y regadera en plataneras. Horizonte vertical de interiores y brisa fresca que calma las almas inquietas, con rocas testigo de espirales, grabados laberínticos, esquemas, quizá, hacia nuestros adentros, donde la profundidad asoma en quietud, semejante al mar que se ve desde esta media altura, en contraluz de Poniente: un tapiz tupido de azul impenetrable donde los barcos no navegan, rasgan esa lámina de azul que los soporta.
El tercero, más que horizonte es frontera ilimitada de estrellas, donde el azul es un color de ese espectro infinito de frecuencias que aquí convergen: los ruidos del mar, los ecos de la tierra aún formándose, los inaudibles sonidos de las esferas celestes. De la física grave a la metafísica ingrávida donde operan cifras para expertos en la poética matemática de los telescopios, para nosotros, gigantes espejos que recogen millares de universos.