viernes, 13 de julio de 2012

EL ÚLTIMO RAFAEL


La exposición presentada en el Museo del Prado se centra en el periodo romano de Rafael y su taller o bottega, desde 1513 hasta su muerte en 1520, etapa que podemos considerar como Renacimiento clásico, con centro artístico en Roma, que sucede al Quattrocento florentino. A nuestro entender es relevante señalar esto porque la exposición va encaminada a señalar la importancia de una estrategia artística donde el eje lo marca la idea, la imagen artística (concetto). El arte en el Quattrocento ya no es una actividad manual o mechanica, sino intelectual o liberalis, donde se le da valor a lo construido por el intelecto, a la facultad de conocer. Sin tener que remontarnos a los pitagóricos, con las teorías artísticas de Alberti o Leonardo, el arte llega a ser una cosa mentale y en Rafael se producirá esa síntesis mental que conforma el proyecto y que vertebra su última etapa.

Rafael es de Urbino donde Federico di Montefeltro la había convertido en un centro de confluencia de talentos como Luciano Laurana, Justo de Gante, Pedro Berruguete y Piero della Francesca y sobre las premisas de este último tanto Bramante, también de allí, como Rafael construirán el universalismo histórico del clasicismo romano del primer Cinquecento. Entre 1504-1508 Rafael se encuentra en Florencia estudiando a Leonardo (conocimiento de la naturaleza, lo real) y Miguel Ángel (conocimiento de la interioridad humana, lo sobrenatural), a lo que añade la conceptualización de Piero: la forma como demostración evidente de la identidad entre razón y fe. De aquí que en su periodo florentino sean en su mayoría Vírgenes que fijarán un tipo que llega hasta el siglo XIX.

Rafael se interesa más por los planteamientos artísticos de Leonardo aunque coincide con Miguel Ángel en que el artista debe formarse sobre las obras de los maestros y no mirando directamente a la naturaleza, así Rafael, aparte de Perugino, se fijará en Pinturicchio y Giovanni Bellini para hacer del color un elemento de la forma visible. Se tenía una gran aversión al término “crear” que no se asociaba a algo humano sino divino, era más invenzione que no equivalía a una creatio ex nihilo. De aquí que Miguel Ángel y Rafael representen dos concepciones distintas del arte, para el primero el arte repite el acto divino de la creación, para Rafael repite el acto divino de la revelación, buscando lo divino en lo natural. La belleza para él está en relación con la idea de gracia de Marsilio Ficino en el Convivium: la belleza del cuerpo como revelación, gracia de la idea que en él resplandece (claritas). En Rafael va a ser la forma, donde lo bello ideal se revela a través de la apariencia de lo real, caracterizándose por la facilità, varietà y grazia, frente a Miguel Ángel, profondità y terribilità.

La teoría artística de Rafael básicamente la hallamos en dos cartas la primera dirigida a Baltasar Castiglione, donde expresa su selección de la naturaleza, y si no, se guía por una cierta idea (de tradición platónica) que se elabora en la mente. En la segunda carta dirigida a Leon X establece una idea arquitectónica también deudora de la naturaleza. Aparte de las teorías mencionadas, no debemos olvidar a Pico della Mirandola, Pietro Bembo y Castiglione que, resumiéndolo mucho, entendían la belleza como armonía o disposición de las partes adecuadas, siguiendo la tradición griega de la simmetria y la concinnitas de Alberti. Además recuperan para esta armonía el elemento de la grazia, término difícil de precisar que suele denotar delicadeza y dulzura, y que en los griegos (charis, encanto) estaba más unida a la proporción.

La exposición trata de dilucidar aquellas obras o partes de las mismas donde colaboró su taller y principalmente sus dos más próximos ayudantes, Gianfrancesco Penni y Giulio Romano. Al servicio de León X Rafael desplegó sus máximas facultades, no solo en las Estancias vaticanas, sino también como arquitecto de la basílica de San Pedro, diseñador de interiores, tapices y grabados, estableciendo una trama empresarial o de taller que será modelo para Rubens o Bernini. Rafael posee una gran capacidad de trabajo y de organización, no obstante la gran cantidad de encargos y proyectos hacen necesario un taller para la asistencia en mosaicos, frescos o escultura, involucrándose más en la idea (con ese carácter renacentista que hemos indicado) dejando la ejecución al taller y fundamentalmente cuidando la calidad homogénea de los trabajos e imprimiendo un alto grado de coherencia a la versatilidad de encargos.

En el funcionamiento del taller Rafael se dedica principalmente a componer a través de una serie de esbozos que van conformando paso a paso el dibujo de la disposición general definitiva. Posteriormente analiza la anatomía de cada figura para encajarlas en ese proyecto u otras composiciones. Luego se incluyen en el modello que se asemeja a la representación pictórica. Posteriormente se realizan los cartones a escala real para ser calcados a la tabla o al lienzo. En casos de encargos de importancia, Rafael volvía a retocar este dibujo calcado sobre la imprimación, para darle mayor coherencia formal. Posteriormente Rafael obtenía el color mediante sucesivas capas y las tonalidades por superposición de planos o enrejados de líneas de diversos tonos, logrando esos tornasolados o cangianti, vibración tonal que también incorporó a los claroscuros. Emplea además gran variedad de técnicas para armonizar la superficie o las capas donde han intervenido sus ayudantes, dando la impronta rafaelesca al largo proceso de creación.

Se destaca la labor renovadora en el retrato, distinguiendo dos grandes grupos, uno los oficiales, hechos sobre tabla con partes realizadas por el taller. El segundo grupo son obsequios a sus amistades sobre lienzo en su mayor parte prácticamente todos de su mano y de magnífica calidad. En los retratos oficiales la vestimenta transmite el cargo desempeñado, en los retratos de amistad hay una introspección del retratado como se puede observar en Autorretrato con Giulio Romano (1519-20), donde se refleja una relación paterno-filial, más que de maestro-discípulo. Asimismo Rafael es excelente en sus composiciones otorgando dinamismo a los grupos semejante a Leonardo en sus Sagradas Familias, grupos de tres o cuatro figuras que ya había pintado en Florencia entre 1501 y 1508. Entre 1515-17 experimenta con la luz y el paisaje recordando también a Leonardo que estuvo en Roma entre 1513 y 1516 residiendo cerca de las Stanze. Asimismo se preocupa por las estructuras tonales y en algunos casos proporciona una cierta ambientación oscura que acentúa la emoción y el misterio: La Sagrada Familia de Francisco I (1518), San Miguel (1518) y Santa Margarita (1518) son deudoras de la Virgen de las rocas de la National Gallery de Londres.

Aparte de Penni y Giulio Romano el taller contaría con medio centenar de ayudantes que se iban renovando, lo que da cierta inestabilidad al catálogo de Rafael, máxime si tenemos en cuenta que la primera monografía científica remite a 1839-1858 por Johann David Passavant (Rafael von Urbino und sein Vater Giovanni Santi, Leipzig). Esta exposición se adentra en la investigación sobre las diferentes manos que intervinieron en sus obras, ya sean en sus proyectos decorativos o su pintura de caballete. Según los comisarios de la muestra Tom Henry y Paul Joannides, entre 1514-17 Rafael fue elevando el nivel de su taller hasta llegar a 1518 a intervenir solo en aquellos proyectos relevantes, delegando en los demás pero manteniendo un alto grado de congruencia con su producción personal, así Isabel de Requesens (1518) no fue pintado ni diseñado por él y en cambio se le ha atribuido (hoy se considera de Giulio Romano, aunque la precisión del retrato hace pensar que Rafael pintara el rostro).

Las obras de Penni se caracterizan por una composición algo inconexa de elementos rafaelescos. Dentro del taller, Penni destacaría más por la administración y coordinación de los trabajos del taller. Giulio Romano tiene una mayor definición como artista independiente, con una gran proyección a la muerte de Rafael. Llegó al taller hacia 1515, cuatro años después que Penni y en 1516 ya trabaja junto a Rafael en frescos y pintura sobre tabla, desempeñando una cierta libertad creativa fuera de tareas rutinarias. Si bien Penni se amoldaría a la creatividad de Rafael, Giulio Romano poseería demasiada personalidad artística y por tanto debía de estar más vigilado, más subordinado a la disciplina del taller, destacando La Madonnina (1515-16) del Louvre, su obra independiente más antigua. A la muerte de Rafael en 1520 y hasta la marcha de Giulio Romano a Mantua el taller va finalizando las obras pendientes hasta que se deshizo. 

La exposición propicia el afán detectivesco para afianzar autorías de cuadros o sus diferentes partes, según el minucioso catálogo de la exposición de los mencionados comisarios y que se puede leer también en las cartelas de la misma. Así en el llamado Pasmo de Sicilia (1515-16), inspirado en un grabado de Durero, se diferencian tres manos: Las cabezas de Cristo y de Simón, de Rafael; paisaje de Gianfrancisco Penni y santas mujeres de Giulio Romano. San Miguel (1518) se considera prácticamente entero de su mano, pudiendo intervenir Penni en el paisaje y Giovanni da Udine en las alas del santo.

La Sagrada Familia de Francisco I (1518): Complejidad compositiva con gran cantidad de dibujos que nos indican las diferentes etapas de la composición, dando una relevancia a San José que aparece de manera pensativa casi profética y que hará fortuna entre sus seguidores y otros muchos artistas (entre otros al propio Giulio Romano en La Sagrada Familia del roble, 1518-20). Ecos leonardescos, como homenaje, en San Juan Bautista una vez que Leonardo estaba en la corte francesa. Quizá Giulio Romano ejecutara las figuras de Santa Isabel y San Juanito. Las flores y las losas de mármol de Giovanne da Udine.

La Sagrada Familia con san Juanito (h. 1519-20), conocida como La Perla, porque Felipe IV así la llamó “la perla de mis cuadros” (según Antonio Ponz, como podemos leer ya en el catálogo del Museo del Prado de 1933, que lo recogería de su famoso Viage de España, 1774-94). El diseño y la mayor parte de la ejecución son de Rafael. Volviendo a ver la deslumbrante riqueza cromática en homenaje póstumo a Leonardo en el claroscuro y en la compactación de las figuras.

La Virgen de la Rosa (h. 1516). La rosa y el soporte donde descansa son añadidos en tira de lienzo de finales del XVIII o inicios XIX (como también se indica en el catálogo citado de 1933) cuando se transfirió de soporte pasando el óleo de la tabla al lienzo. Carnaciones y drapeados de suma calidad indicarían que toda ella es de mano de Rafael o como mucho la intervención sutil de Giulio Romano. Se suele considerar ésta como una variante más dinámica de la muy popular Virgen Aldobrandini (h. 1509) de Londres con un gama más novedosa con colores más fríos y claros que en otras obras tardías de Rafael, con esa combinación de verde, azul y rosa que veremos en otras obras de Giulio Romano como en La Virgen de Munro (h. 1517-18).

Bindo Altoviti (h. 1516-18). Vasari afirma que Bindo y Rafael fueron amigos, en principio se creyó que era un autorretrato, posteriormente se adjudicó a Giulio Romano y hoy en día hay consenso sobre Rafael. Con enorme parecido al personaje vestido de blanco de la Escuela de Atenas (h. 1512), reflejando un carácter directo que lo acerca a los retratos de amistad.

La donna velata (1512-18). Retrato de intimidad, que denota emoción al pintarlo, la identidad no es segura aunque haciendo caso a Vasari sería la mujer que Rafael “amò alla morte”. Todo parece indicar que era Marguerita Luti, hija de un banquero de Siena y amante de Rafael durante muchos años que ingresó en un convento al morir éste. Amplia gama cromática dentro de un mismo tono, concentrándose en carnaciones y calidades del traje, dulce rostro y mirada directa.

Baldassare Castiglione (1519). Volvemos a observar la amplísima gama en este caso de grises pardos y negros que otorga calidez atmosférica. La viveza de los ojos, habitual en los retratos de amistad ratifica la que hubo entre ambos.

Retrato de un joven (1518-19). Esta obra en el catálogo del Museo Thyssen de 1994, se otorga la autoría a Rafael después de una primera adscripción a Giulio Romano, considerándose el retratado Alessandro de Medici. Actualmente en la página web del Thyssen lo atribuyen a Rafael y de la mano de uno de sus colaboradores (Giulio o Penni). En la presente exposición los comisarios recogen esta posibilidad, haciendo mención además que en la muestra Raffaello incontra Raffaello (celebrada recientemente en Roma en el Palazzo Barberini y que finalizó en enero 2012) si bien se hace referencia a sus colaboradores, se lo adjudican prácticamente a Rafael. No así para los comisarios que venimos citando, que en ésta del Prado se lo adjudican enteramente a Giulio Romano, considerando la posibilidad que sea incluso un autorretrato retrospectivo. La siguiente pregunta que nos podemos formular será a quién se lo atribuirán a la vuelta al Museo Thyssen, si bastará cruzar un bulevar para un cambio de autoría. La fascinación por la Historia del Arte, que ahora nos hace ir con audioguías, pronto nos hará ir por los museos con una aplicación en el teléfono (app to smartphone) que por reflectografía nos indique las diferentes manos que intervienen en un cuadro.