miércoles, 11 de diciembre de 2019

HISTORIA DE DOS PINTORAS: SOFONISBA ANGUISSOLA Y LAVINIA FONTANA



Con esta exposición del Prado podemos seguir ahondando la mirada en la Historia del Arte al tiempo que la ampliamos, haciendo visible lo invisible, como dice la profesora Estrella de Diego, concibiendo a la mujer como sujeto de representación y no como objeto, releyendo los textos clásicos y profundizando en el entramado teórico y conceptual. En este caso, nos puede servir, además, para revelarnos que las reivindicaciones feministas de hoy día, mutatis mutandis, las podemos encontrar, al menos, desde el siglo XV con la Querella de las Mujeres.

Los estereotipos dominantes que representan a la mujer en el arte de nuestro alrededor, se pueden reducir a dos, la maternidad y el objeto erótico. Con la exposición del Prado, se muestra el trabajo de dos mujeres activas, independientes y creadoras, ilustres podríamos decir como las que se incluían por sus propios méritos en el compendio de Boccaccio De claris mulieribus, que seguía la huella de De viris illustribus de Petrarca. Pero la defensa más clara de las mujeres y que corregía el punto de vista de Boccaccio (véase el minucioso trabajo de Ana Vargas), sería Le Livre de la cité des dames, de Christine de Pizan, su texto inauguró, por así decir, la Querelle des Femmes, que aún permanece abierta.

En 1405 Christine de Pizan, considerada la primera escritora profesional europea, publica La ciudad de las damas, una apología de la mujer apoyándose en las figuras heroicas femeninas de la mitología y de la Biblia y en mujeres de la historia y del presente. La principal fuente fue la obra citada de Boccaccio, muy popular a la vista de las ediciones. Pero aquí se presentaba a estas mujeres como casos aislados y excepcionales que corroboraban los prejuicios misóginos. En cambio, Pizan conforma una versión afirmativa de la identidad de la mujer que, a nuestro modo de entender, es la esencia de los estudios que aborden el acercamiento a la historia del arte, en nuestro caso. Hay todo un río subterráneo (Rocio de la Villa) de artistas que debemos hacer manantial.

Cuando Sofonisba Anguissola llega como dama de corte de la reina Isabel de Valois, basándonos en los estudios de Ana Vargas, había desde el siglo anterior (en la corte de Juan II de Castilla, ya están presentes las ideas humanistas), una importante participación de las mujeres en las cortes hispánicas a inicios del XV, a raíz (pero no solo) de la  Querella de las Mujeres, que se inició a finales de la Edad Media, con un importante desarrollo en el siglo XV con el Humanismo, que perdura hasta el XVIII. Esta Querella se centra en un proyecto de igualdad entre mujeres y hombres en aras por reconocer esa igualdad, como es la recuperación de obras realizadas por mujeres y atribuidas a hombres, en el caso Sofonisba, la recuperación de obras suyas atribuidas a Pantoja de la Cruz según modelos de Sánchez Coello. Una recuperación autoral que proporciona un mejor conocimiento del retrato de corte en España, al tiempo que reivindicación cultural, de ahí los numerosos estudios de Maria Kusche para la recuperación de la obra Sofonisba.

El nombre de Sofonisba junto al de su padre Amilcare y su hermano Asdrubale guardan recuerdos con su supuesta ascendencia cartaginesa que trataba de ennoblecer el linaje de la familia, si bien fue Sofonisba con sus dotes pictóricas la que abriría un nuevo horizonte familiar.
Acude al taller de Bernardino Campi (posteriormente al de Bernardino Gatti) junto con su hermana Elena, lo que supone un hecho extraordinario para el decorum de la época que dos mujeres acudieran al taller de un pintor para formarse. Se abre ahí una vía para el resto de las mujeres que vendrán a interesarse en la práctica más allá del diletantismo, y, además, se ennoblece el arte de la pintura gracias a la fama que alcanzó Sofonisba. En 1550 ya era celebrada como una de las más importantes artistas de su tiempo. A su fama contribuyó en buena medida su padre Amilcare, su relevancia facilitó a otras mujeres la práctica artística.
En la etapa previa a su llegada a España, Sofonisba pone el acento en el dibujo, retratos y alguna pintura de carácter devocional, aunque es en el retrato donde evidencia un dominio del trazo que aflore el carácter psicológico del personaje, como podemos ver en Giovanni Battista Caselli, poeta de Cremona (1557-58): Sofonisba refleja al poeta con una expresión intensa, siguiendo las directrices de Giovanni Battista Moroni (h. 1525-1578),  ante una loa a la Virgen que interrumpe para señalarla, al tiempo que nos da cuenta que está escribiendo Rime del Casellio.

Asimismo destacan sus autorretratos que reivindican su condición de pintora, su capacidad creativa. Sus retratos y autorretratos se caracterizan por una cierta modestia indumentaria (con calidad en los tejidos), exceptuando el que le hizo, en 1557, a su madre Bianca Ponzoni, donde trata de resaltar una imagen aristocrática y suntuosa, aunque el cuerpo adolece de pericia técnica y no presenta un aspecto muy agraciado. Esto es una característica en Sofonisba ya que no pudo formarse en el estudio del desnudo. Es su habilidad como retratista lo que aprovecha para compensar su falta de formación también en el estudio de la perspectiva y la recreación espacial, como se observa en Massimiliano Stampa (1557) retrato de cuerpo entero, o las dificultades en la recreación de fondo para el retrato de 1561 de la reina Isabel de Valois.

Conocemos una quincena de autorretratos de Anguissola. Al igual que Alberto Durero, comprendió la peculiar importancia del autorretrato como el género pictórico más adecuado para expresar la propia poética en el arte de la pintura: su mirada directa la afirma como sujeto y como igual. Se autorretrata como noble, tocando la espineta, declarando su procedencia social pero también la hermandad con otras artes, la literatura y la música

Autorretrato tocando la espineta (h. 1556-57): Al no estar firmada ni datada, a mediados del XIX se le atribuyó a Annibale Carracci (1560-1609), hasta que Giovanni Morelli la reatribuyó a Anguissola en 1890.  Según los patrones establecidos por Baldasarre Catiglione en El cortesano (1528), la música y la danza eran virtudes que debían adornar a la mujer ideal en la corte, siempre que no supusieran amenazas a su honestidad. A diferencia de otros instrumentos, los de teclado facilitaban una actitud decorosa, como connota el propio nombre de “virginal” dado habitualmente a los clavecines de la época. Este patrón se repitió después en Lavinia Fontana, Irene di Splimbergo (1540-1559), Marietta Robusti (h. 1554-h. 1590), Isabel Sánchez Coello (564-1612) y sor Estefanía de la Encarnación (1597-1665).

En 1559, Sofonisba realiza un autorretrato que se inscribirá en el nuevo género: el cuadro dentro del cuadro. La pintora se autorretrata y retrata al pintor que supuestamente lo ejecuta. Según el catálogo de la exposición se piensa que se trata de su maestro Bernardino Campi, pero hay otras opiniones que ven en él a Orazio Vecellio, hijo de Tiziano, a quien Anguissola pudo conocer en Milán de viaje a Madrid: la pintura sería el pendant de un intercambio entre pintores, el cuadro Anguissola pintando a Vecellio, desaparecido en el incendio del Alcázar de Madrid. Quizá no fuera solo un juego de amantes novelesco, sino un reto entre pintores en el cual Sofonisba sale como objeto de representación para convertirse en sujeto, reconocida maestra en la tradición pictórica.

La partida de ajedrez (1555): Incide en la formación de las hermanas Anguissola y en la complicidad familiar, representación de los “motti dell’animo”, término de Flavio Caroli, y que repetirá en dibujos enviados por su padre a Miguel Ángel, entre ellos, Vieja que estudia el alfabeto y que provoca la risa de una joven (único dibujo en esta exposición, de su muy reducido catálogo gráfico). La partida de ajedrez recrea materiales del bordado, una actividad que no pasó del ámbito doméstico, no alcanzó el discurso que rodeaba a la pintura o a la literatura, pero que servía, según ciertos relatos, para pasar del bordado a la pintura y seguir con otras artes. Aunque esta obra se encuentre inacabada, se considera la creación más ambiciosa de Sofonisba. Protagonizado por su padre y su hermana Minerva es su obra de mayor formato de autoría confirmada, el único que reproduce un grupo de figuras y el único que las presenta al aire libre. La obra estaba en su casa (y estudio) y allí la vio Giorgio Vasari en 1566. Las palabras de la inscripción “EX VERA EFIGIE” implican que la artista basó la tela en bocetos anteriores. El paisaje de fondo, se basa en modelos clásicos de retratos de corte más tempranos. Generalmente se identifica a sus hermanas, de izquierda a derecha: Lucia, Europa y Minerva, posando con la ancilla o sirvienta de la familia.

Retrato de familia (h. 1558): Composición que se apoya en la gestualidad de los personajes. Resalta la mirada al espectador del padre Amilcare Anguissola; Minerva a la izquierda y Asdrubale a la derecha. El paisaje de fondo es un tanto idílico, enriquecido por tonalidades azuladas. Al estar sin concluir, y siguiendo el catálogo de la exposición, nos permite saber su modo de pintar, a base de diversas capas de preparación y de campos cromáticos que luego remata en superficie de manera minuciosa, combinando el modelado esmaltado de las carnaciones en los rostros con toques caligráficos de pincel para concretar los cabellos, las joyas o los bordados de la indumentaria.

A lo largo de los años cincuenta creció el interés por las obras de Sofonisba, hasta que llegó a ser dama de corte de Isabel de Valois, alcanzando así los Anguissola-Ponzoni el centro político del imperio. Asimismo, Vasari la incorporó a las Vite, acaso por el interés de Miguel Ángel y el rey de España. Vasari menciona una quincena de mujeres entre 160 artistas, entre ellas Properzia de’ Rossi, escultora boloñesa donde contó con un régimen diverso para gremios y oficios entre los que abundaron artistas mujeres y también asistieron desde la Edad Media, mujeres a su famosa universidad (véase el artículo de Alicia I. Palermo) quizá famosa por esto mismo. Otra artista boloñesa a destacar sería Elisabetta Sirani (1638-1665), de enorme originalidad de la que el Museo del Prado guarda un par de dibujos. Vasari lamenta la injusticia hecha con Properzia de’ Rossi, que fue rechazada por su amante, y murió en un hospicio para indigentes el día en que el Papa Clemente VII quería conocerla, según Caroline Murphy. Para los boloñeses del siglo XVII, Elisabetta Sirani fue otra heroína. Su padre Andrea la mantuvo en la pobreza al tomar todas las ganancias de su trabajo, dejándola pintar cuadros en secreto para permitirse un pequeño ingreso extra. Cuando murió misteriosamente a la edad de veintisiete años, su familia, indignada por esta fuente de apoyo que se les estaba quitando, sometió a su criada a juicio por haberla envenenado.

Sofonisba Anguissola en la corte de Felipe II

La misión principal de Sofonisba fue iniciar a la reina en el arte de la pintura, aunque también se dedicó a pintar sus propios cuadros, especialmente retratos de la familia real. Al incorporarse a la corte española se encontró con el reconocimiento artístico y económico, pero se limitó su libre creación, en tanto debía ajustarse a los modelos de la retratística de la corte. Permaneció junto a Isabel de Valois hasta la muerte de ésta en 1568. Solo un puñado de jóvenes de las más notables familias francesas y españolas alcanzó esa influyente y representativa posición, lo que da buena cuenta de la relevancia alcanzada por Sofonisba.

En la corte española se encontró con el principal retratista que era Alonso Sánchez Coello que colaboró con Sofonisba para adaptar su estilo italiano al gusto español. También coincidió brevemente con Antonio Moro y algo más con Joris van der Straeten. La falta de documentación relativa a la actividad de Sofonisba durante el periodo que estuvo en la corte española y el hecho que no firmara sus obras que realizó en España, hace que la autoría de sus pinturas vaya cambiando, siendo Alonso Sánchez Coello el mayor beneficiado. Hay que tener en cuenta que comparten momento histórico y lugar geográfico, que ambos trabajaban con semejantes materiales y no sabemos que Sofonisba dispusiera de espacio para su propio obrador dentro del Alcázar, por lo que recurriría al taller de Sánchez Coello para que le suministrara las telas con la capa de preparación ya extendida y seca para pintar directamente.

Alonso Sánchez Coello, pintor de cámara de Felipe II, definió el retrato del rey y su familia estableciendo unas convenciones que mostraban los rasgos físicos, pero también un carácter dinástico: distancia, quietud y severidad. Sus retratos siguen indirectamente el estilo de Tiziano, destacando el detallismo de los trajes y la capacidad de penetración en la psicología del modelo. Sofonisba mantuvo esas fórmulas, pero lo atemperó con una atmosfera tamizada en la que los contornos de las figuras se suavizan. Sofonisba retrata a Felipe II y a su cuarta mujer, Ana de Austria, también a sus hijas, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. Los retratos de Felipe II y Ana de Austria, tras los estudios técnicos, reflejan que fueron pintados a la vez en 1573, concebidos desde el inicio como pareja como indica, entre otras, la simetría en la disposición de sus manos. Felipe II (h.1573): Lo retrata Sofonisba justo antes de abandonar la corte española, con la indumentaria negra que solía vestir a diario. Nos los muestra así, en la intimidad, como el de la reina Ana de Austria (h. 1573), también con el traje de diario y sin joyas.

A lo largo de su vida estuvo en contacto con artistas relevantes de su época, incluso sus retratos fueron emulados por Caravaggio y copiados por Rubens. Con la muerte de Isabel de Valois, el paso siguiente de Sofonisba hubiera sido casarse o profesar en religión, como así mandaba el protocolo. En cambio, Sofonisba insistió en seguir con su profesión de pintora y partir hacia Italia. Volvió a ser dama de la nueva reina Ana de Austria y tras encontrarle un candidato idóneo, el 5 de junio de 1573 se casó por poderes en el Alcázar de Madrid con Fabrizio de Moncada. Abandonó la corte en verano de 1573 y en octubre ya se encontraba en Palermo con su marido. Aquí no rompe con la corte española pues Sicilia era un reino de la Monarquía Hispánica, realizando algún cuadro y sustituyendo como gobernadora en ausencia de su marido. Enviudó en 1578 y decidió regresar a su Lombardía natal, encontrando en el camino a Orazio Lomellini, su segundo marido y pasaron a residir en Génova. Ella firmaría algunos cuadros con este apellido. A partir de 1615 y hasta su muerte residió en Palermo, allí se produjo el encuentro con Antonio van Dyck, uno de los pintores más precoces y exitosos de inicios del XVII. Se enmarca en el viaje a Italia que Van Dyck realizó para tomar contacto con el arte de la Antigüedad y del Renacimiento y que irá anotando y dibujando en su Cuaderno italiano. En él encontramos que el 12 de julio de 1624 visita a Sofonisba Anguissola en Palermo y contiene un retrato de ella a los 96 años de edad (dice Van Dyck, aunque no era verdad, se llevaban unos sesenta años), donde elogia su saber, amabilidad y perspicacia.

Lavinia Fontana, pintora famosa de Bolonia

Siguiendo a Caroline Murphy, Fontana puede ser considerada la primera mujer realmente profesional, no solo en Italia, sino en Europa occidental. Sería la primera mujer en ser titular de su propio taller, donde amplió los géneros considerados femeninos (bodegón, miniaturas y pequeños retratos), abordando grandes cuadros de altar, paisajes y representaciones mitológicas con desnudos, algo extraordinario para las pintoras. En su ciudad natal, recibió los mismos tipos de encargos que obtuvieron sus colegas varones: produjo retratos de miembros prominentes de la sociedad boloñesa, pintó pequeñas obras devocionales privadas y retablos de gran escala para iglesias y cofradías. También ejecutó pinturas que representan temas mitológicos y, al hacerlo, Fontana parece haber sido la primera artista femenina moderna en pintar desnudos femeninos. Su obra constituye un corpus extremadamente grande y variado por el cual fue ampliamente reconocida en su propio tiempo. De hecho, su propio éxito, señala Murphy, probablemente haya contribuido a esta falta de consideración, por historiadores posteriores.

Los nombres de los patrocinadores de Lavinia proporcionados por los textos existentes indican que ella estableció una amplia base de clientes en Bolonia: eruditos, clérigos, el patriciado boloñés, en particular mujeres nobles. Hay una escasez de contratos formales entre Lavinia y sus patrocinadores (probablemente la mayoría de sus acuerdos fueron verbales), pero se puede obtener información de las familias para las que trabajó, sus gustos y sus conexiones a partir de la interpretación de una variedad de documentos como archivos familiares, testamentos, inventarios, libros de cuentas…

La carrera de Lavinia Fontana, como la de la mayoría de las mujeres artistas, fue una carrera de obstáculos. Los inicios de su aprendizaje fueron con su padre que poseía taller y veía en su hija la prolongación del mismo y el sustento familiar. La consideración financiera indudablemente motivó a muchos de estos padres artistas a enseñar a sus hijas a pintar. Si una hija mostraba algo de talento, no había razón por la cual no debería ser empleada como un par de manos extra en un taller familiar (no se tiene idea de cuántas mujeres anónimas realmente trabajaron de esta forma).

Vasari, en su edición de 1568 de sus Vite, menciona las habilidades artísticas de Barbara Longhi, que era un año más joven que Lavinia, pero Lavinia no encuentra mención en este texto. Como Vasari conocía muy bien a Prospero Fontana, parece probable que, si Lavinia hubiera estado practicando como pintora, lo habría sabido. Todo apunta a un debut público tardío como pintora. Según Carlo Cesare Malvasia (el “Vasari” boloñés), la casa de los Fontana se convirtió en un centro de discusión intelectual, cultural y artística donde aquellos con intereses en estas áreas se reunieron y fueron entretenidos por Próspero, siendo el anfitrión de una especie de salón, una pequeña república del aprendizaje y las artes en Bolonia. A mediados del siglo XVI en Bolonia, el estatus del artista no era tan elevado como en Florencia, Roma o Venecia; los pintores todavía pertenecían al mismo gremio que los fabricantes de sillas de montar y espadas y, por lo tanto, todavía se los consideraba artesanos. Próspero aspiraba a la igualdad con hombres de letras, altos eclesiásticos, científicos y nobles. Consciente del estatus, inicialmente no preparó a su hija como pintora profesional.

La elección del nombre Lavinia es digna de mención, estaba de moda que las clases altas dieran a sus hijos nombres de origen romano, probablemente para distinguirlos de los niños de clase baja a quienes generalmente se les daba nombres de origen cristiano. Lavinia, el nombre de la matrona romana que murió por defender su castidad, era un nombre popular entre las clases altas en la Italia del siglo XVI. Fue el nombre que Tiziano le dio a su hija menor, Próspero pudo haber copiado conscientemente al artista cuyo éxito y estatus fueron envidiados por cada pintor.

Los primeros trabajos de Lavinia deben haber sido vendidos por su padre a sus propios patrocinadores o fueron regalados con la expectativa de promocionar su trabajo y procurar más encargos. Ella enfatizó su condición de hija de su padre al firmar algunas de sus obras Lavinia Prospero Fontana Filia. Sin embargo, Lavinia, incluso en sus primeros trabajos, nunca fue una servil imitadora del estilo de su padre, desde el comienzo de lo que puede considerarse su carrera profesional, miró más allá de los pintores que le habían influenciado para encontrar sus propias fuentes de inspiración.

Ella tenía un interés mucho mayor en crear narrativas dentro de sus imágenes que su padre, era mucho más hija de la Contrarreforma y desde la adolescencia había escuchado al obispo Paleotti dar sermones (o tal vez un discurso sobre el tema en su propia casa) sobre la importancia de la pintura religiosa en la formación cristiana. De ahí que su desarrollo como pintora coexistiera con la percepción que la misión de la pintura religiosa era enseñar y acercar a los espectadores a Dios. Cualesquiera que sean las imperfecciones técnicas de los primeros trabajos de Lavinia, sus imágenes nunca pueden describirse como carentes de emoción y contenido espiritual.

Al tiempo, también se muestra como una de las primeras pintoras boloñesas en reflejar y adaptar la dulzura y la suavidad de Federico Barocci, otro pintor cuyo trabajo fue accesible en Bolonia a través de grabados y que puede considerarse el primer pintor italiano en reflejar estilísticamente ideales de Contrarreforma en la pintura.

Los primeros trabajos de Lavinia Fontana dan fe de la creciente competencia y la ampliación de los contactos, pero su condición de soltera, particularmente a medida que su padre avanzó en años, amenazaba con ser un factor limitante. Para explotar sus capacidades al máximo, en particular como retratista, necesitaba poder comunicarse con los clientes de forma individual, para discutir con los académicos o la nobleza lo que querían que mostraran sus retratos y poder explorar la fisonomía de la cara de un hombre sin ser acusada de deshonestidad. La familia Fontana sabría por el ejemplo de Properzia de Rossi lo que podría sucederle a una mujer artista sin reputación, o la protección que podría derivarse de un esposo.

También estaba la cuestión de la negociación de crédito y el complicado negocio financiero que solo podía hacer un hombre, ya que las mujeres estaban excluidas legalmente de tales negociaciones. Próspero no podría acompañar o supervisar a Lavinia el resto de su vida. Para mantener su reputación, expandir su negocio y así subir el siguiente peldaño de la escalera del éxito, Lavinia necesitaba un esposo, pero su padre la necesitaba a ella, con lo cual llegó a un acuerdo, un tanto peculiar para la época, permanecerían en casa del padre hasta que éste muriera.

Autorretrato en el estudio (1579): Autorretrato sobre cobre, realizado para la colección del dominico español Alfonso Chacón (1530-1599). Todo el mundo de la artista se condensa en esta obra concebida como un certificado de profesionalidad, cimentada en el clasicismo y en lo contemporáneo, colocándose en el mismo nivel que sus colegas masculinos. Firma “LAVINIA FONTANA [DE] TAPPII [ZAPPIS]”, que adoptó después de casarse. El cobre era el soporte que generalmente se usaba para pintar retratos en miniatura y a fines del siglo XVI se usaba cada vez más para pequeñas pinturas religiosas, que habían sido popularizadas por pintores como Marcello Venusti en Roma. El cobre era un material relativamente caro, su uso habría aumentado el precio, que Lavinia lo haya usado en este momento es un indicador de la riqueza de sus clientes.

En 1604, Lavinia Fontana, junto con su esposo Gian Paolo Zappi, su madre octogenaria y sus cuatro hijos sobrevivientes, salieron de Bolonia hacia Roma. Ella nunca volvería, había sido invitada a mudarse allí en 1600 por Girolamo Bernerio, cardenal d'Ascoli, para quien entre 1598 y 1599 había pintado la Visión de San Jacinto para su capilla en la iglesia de Santa Sabina en Roma. Ella continuó estando asociada con el cardenal d'Ascoli, vivió en el palacio del cardenal d'Este por un tiempo y la familia Borghese, el papa Pablo V y su sobrino Scipione también estaban entre sus patrocinadores.

La muerte de su hija de catorce años, Laudomia, dejó a Lavinia devastada y nunca se recuperó de su dolor. Dado que Laudomia murió en 1605, los últimos nueve años de la vida de Lavinia deben haber pasado en una gran angustia mental y dolor físico. En una carta fechada en 1609, escribió sobre sus "manos rotas", sugiriendo que tal vez era artrítica. Ella continuó trabajando hasta su muerte en 1614.

Lo más importante de todo es que atendió las necesidades artísticas de la nobleza boloñesa y las de sus familias, de hecho, cuando las familias para las que trabajaba murieron o cayeron en tiempos difíciles, sus colecciones de pintura se vendieron en toda Europa. Todavía están surgiendo pinturas atribuibles a ella y, sin duda, según Murphy, aún quedan por descubrir.

Para sus composiciones sedentes retomó la fórmula Passerotti (el más notable retratista boloñés) que había influido en el resto de los pintores de Bolonia, así lo vemos en Autorretrato tocando la espineta (1577), en Retrato de caballero (Senador Orsini) (h. 1577-79) o Retrato de familia (1595-1603). En Autorretrato con espineta se aprecia un caballete al fondo, que indica un espacio hermanado en artes, semejante a lo que hizo Sofonisba. También sigue la fórmula de ésta en la que se califica de virgo (doncella) y añade al suyo el nombre de su padre. Quizá el antecedente más inmediato sea la artista flamenca Caterina van Hemessen (1528-después de 1587) que se había representado delante de un caballete y también retrató a otra mujer ante un teclado. En ambos cuadros se asocia la pintura y la música como en las obras de Sofonisba y Lavinia. Según se indica en el catálogo, no se conoce “ningún artista varón que antes de la década de 1590 pintara un autorretrato independiente tocando un instrumento musical”. A grandes rasgos podemos decir que la división de las artes provocaba que dedicarse a una de las bellas artes, excluía dedicarse a otra también, conservando una cierta jerarquía y orden social y artístico. En estas tres autoras, las artes se hermanan (no solo en la teoría –paragoni- como podía hacer Leonardo), extendiendo una sensibilidad semejante que decía que si habían aprendido a tocar o escribir, también podrían pintar.

En 1589 Lavinia era ya una artista de prestigio, trabajaba tanto en su ciudad, Bolonia, como en Florencia y Roma. De familia reconocida en la sociedad intelectual boloñesa que contaba con la influyente universidad. Ella nunca estableció el tipo de escuela para mujeres artistas que Elisabetta Sirani dirigió durante un período de su breve vida, pero su éxito fue seguramente un modelo al que aspiraban las numerosas mujeres pintoras de Bolonia del siglo XVII. Después de todo, Lavinia Fontana fue la primera en demostrar que las mujeres podían ganar, no solo el reconocimiento como pintoras, sino el tipo de éxito mundano que anteriormente había sido el único territorio de los hombres y que lo hizo sin registro dentro de las paredes del convento, o atado por los alrededores de una corte. Que lo hiciera mientras cumplía sus "deberes" como esposa y madre (dio a luz once hijos entre 1578 y 1595) la hace aún más extraordinaria.

La mayor confirmación del lugar de Lavinia en Bolonia la proporciona el conjunto de San Domenico, en ella trabajará junto a Denys Calvaert, Bartolome Cesi (1556-1629), Ludovico Carracci (que había asistido al taller de su padre Prospero), Guido Reni, Francesco Albani (1578-1660) y el Domenichino (1581-1641). En las quince pequeñas pinturas que representan los misterios del Rosario, se han distinguido las manos de Lavinia Fontana.

Lavinia Fontana nunca se trasladó a España, si bien envió a Felipe II uno de sus más celebrados cuadros La Virgen del Silencio (1589). Probablemente el cuadro llegaría por la relación de Lavinia con eruditos romanos bien relacionados con la corte española y la fama de gran coleccionista de Felipe II y el monasterio escurialense. Su virtuosismo técnico y su claridad expositiva contribuyen a la emoción del creyente.

Lavinia Fontana y la pintura mitológica

Lavinia Fontana fue la primera mujer que tuvo a su cargo un taller de pintura, lo que le permitió alcanzar géneros que estaban vetados para las mujeres, así las composiciones mitológicas donde se adentraba en la representación del desnudo. Tanto su padre como el conjunto de pintores asentados en Bolonia, véase Denys Calvaert (h. 1540 – 1619), Lortenzo Sabatini (h. 1530-1576) fueron la base para la expresión de un refinado cosmopolitismo tardomanierista, el enriquecimiento de detalles y su fuerte capacidad de invención.

En Bolonia había una clientela culta y sin prejuicios que gustaba de temas mitológicos Lavinia, además, imprimía un cierto componente erótico en sus desnudos, añadiendo detalles ornamentales que resaltasen la calidez de la piel como en Galatea con amorcillos (h.1590). La condena del desnudo decretada por el Concilio de Trento no impide que numerosos artistas se dediquen a este tema en obras destinadas a una clientela privada, es el caso de Bartolome Passerotti (1529-2592) o Lorenzo Sabatini. Lavinia es autora de refinadas telas en las que el tema mitológico sirve de pretexto para el desnudo femenino con cuadros elegantes y sofisticados: Venus y Cupido (1592) en Ruan; Minerva desnuda (1613), de cuerpo entero en la Galleria Borghese de Roma; Minerva desnuda (1604-5), de tres cuartos, de la colección Pavirani y Venus recibe el homenaje de los amorcillos (h. 1590).

Quizá el cuadro más ambicioso en este terreno sea Marte y Venus (h.1595), en el Palacio de Liria, que tuvo varias atribuciones antes que entre 2007 y 2008 fuese atribuido a Fontana, por Enrico Maria Dal Pozzolo. Según este autor “La singularidad de esta interpretación iconográfica está ligada a un proceso de relegitimación representativa de las nalgas femeninas que dio comienzo en sentido figurativo en Venecia entre los siglos XV y XVI […]” Asimismo se vincula con la descripción de la Venus Calipigia descrita en la Antigüedad por Ateneo en Deipnosofistas (El banquete de los eruditos).  

En Minerva desnuda de la Collezione Pavirani de Bolonia, encontramos relación con un poema titulado La Pallade ignuda della famosa pittrice Lavinia Fontana (Roma, 1605) de Ottaviano Rabasco, un escritor apenas conocido, relacionado con los Farnese. Lo más probable es que a raíz de esta pieza el propio cardenal Borghese comprase o le llegase la Minerva desnuda de su colección.

La descripción de esta Minerva desnuda, según se nos dice en el catálogo (pg. 225 y ss) “se corresponde en muchos detalles con la descripción proporcionada por los versos” de Rabasco:

“Y si el casco le cubre / el cabello, y sostiene el Asta, y el Escudo; / Venus empero se descubre / al Marfil vivo de su hermoso cuerpo Desnudo […] / Orgullosos y risueña mira, / Y mil teas de sus hermosos ojos espira […] / Mas Venus se plasme, / Si Palas finge, y doble se muestre el engaño.”

Asimismo, podemos destacar el carácter de autorretrato en esta Palas, que parece confirmar también Rabasco:

“Pero si los rasgos Celestes / Formar no osas, de inmortal semblante, / Tú, quien del cielo las recibiste, / Finge tus formas, gráciles y santas; / Que no te costará plasmar a Palas, / Si de la tela haces espejo de ti misma”.

Si bien las facciones de la diosa son semejantes a las de la pintora en sus autorretratos juveniles, cronológicamente no resulta posible que se trate de Lavinia que tenía más de cincuenta años, por lo que quizá fuera su hija Laudomia, que murió en 1605 con dieciséis años, según se indica en el catálogo (pg. 227).

Otras alabanzas en prosa y versos las encontramos en los pintores Francesco Cavazzoni (1559- h. 1616) y Bernardino Baldi (1553-1617), de los escritores Ovidio Montalbani y Giulio Cesare Croce, y del experto en arte Cesare Rinaldi, que dan testimonio de la fama de Lavinia.

La medalla conmemorativa de Sofonisba Anguissola (h. 1559), probablemente fue encargada para celebrar su incorporación como dama de la reina Isabel de Valois. Este tipo de medallas eran habituales en varones y ésta es la primera a una mujer. Luego vendrían las dedicadas a Diana Scultori Ghisi (h. 1547-1612) en los años setenta, a Lavinia Fontana en 1611 y a Artemisia Gentileschi (1593-h.1654). A Sofonisba la pudimos ver en su Autorretrato de 1554 con un libro entre sus manos, parece un petrarchino, un pequeño volumen de poemas habitual en los retratos renacentistas, aunque no se descarta que sea un devocionario. En la medalla conmemorativa de Lavinia Fontana en el reverso podemos leer “PER TE STATO GIOISO MI MANTENE” (Por ti un estado jubiloso me mantiene) verso de Rime estravaganti de Francesco Petrarca, publicadas en 1549 en la canción “Quel ch’à nostra natura in sé più degno” (Lo que nuestra naturaleza en sí misma de más digno tiene, pg. 191-195, Rime disperse) el poeta canta a la libertad y la define como el bien a través del cual el ser humano alcanza un estado de alegría como indica el verso reseñado, que lo hace semejante a los elevados dioses… y diosas, convirtiéndose estas medallas en emblemas del reconocimiento público del papel profesional conquistado por las mujeres artistas.




BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

CATÁLOGO exposición, Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Madrid, Museo Nacional del Prado, 2019.
---            exposición, Heroínas. Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza – Fundación Caja Madrid, 2011.
DIEGO, Estrella de, La mujer y la pintura del XIX español. Madrid, Cátedra, 2009.
MAYAYO, Patricia, Historias de mujeres, historias del arte. Madrid, Cátedra, 2003.
MURPHY, Caroline Patricia, Lavinia Fontana: an artist and her society in late sixteenth century Bologna. Doctoral thesis, University of London, 1996. Consultada en:
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