lunes, 26 de julio de 2010

Sin preguntas hacia el sendero del abismo
se cruzan miradas sin anclar en astrolabio
en misteriosa suerte hallan malecón de atraque,
olas de tu cuerpo lamiendo el secadal mío.

Noche de Madrid, de vino en años, consumida
rescoldo aún en bares donde todo se inicia
gemían los cuerpos temblorosos, no de miedo,
de incendio de besos y en estrépito, caricias.

Donde las musas allá habitan, la muerte juega
con el crepúsculo de su interminable siega
arte nos dejan, salvavidas a la rutina,
raptos de pasión como bastión de espera.

Entre una vida y mi vida el desierto que media,
cegando de arena caminos, abrió sendas
engañoso horizonte, multiplicando en dunas
ahorrando en oasis, ni espejismos concediera.

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