lunes, 21 de mayo de 2012

NACHO CRIADO - Agentes colaboradores


Volver veinte años atrás al Palacio de Cristal del Retiro, ahora que se hace rotundo el título de su exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid de 2006 (Nacho Criado [No existe]), nos convierte a nosotros también en agentes colaboradores, dentro de esos espacios escénicos donde testimonia su vida y reta a la meditación, donde renovar el significado de sus piezas, su interpretación, la intencionalidad o el enigma de la representación ante el que sucumbir.

En este recorrido podemos observar su relación con el arte povera y el minimalismo (mejor hacia lo mínimo, como Nacho Criado quería entenderlo), transcendiéndolos en una estrategia de sucesivos procesos de colaboración (de ahí el título de la exposición) con agentes naturales que intervienen en el resultado de la obra en alianza con el tiempo (In/digestión, 1973-76); polillas, termes u hongos entre cristales (Umbra Zenobia, 1991) cuya erosión cambia la forma. Líneas de trabajo entorno a piezas de Carl Andre, Walter de Maria o Robert Smithson, le inician en una disciplina donde en la propuesta ya está la obra (tantos son los proyectos en el escenario de su imaginación). También cabe resaltar la complicidad con Walter Marchetti, integrante de ZAJ, desde su origen en 1964, cuya actividad choca con las convenciones artísticas del momento, con acciones que congregan diferentes actividades artísticas, tanto musicales como plásticas o poéticas, donde cabe resaltar su actitud frente al medio artístico o político.

Formas liberadas de la mimesis, que cuestionan la representación del objeto que le llevan a un rigor conceptual alejado o al margen del paradigma clásico del arte: un extrañamiento o excentricidad recompuesta sobre Mantegna y la sensibilidad del sueño (En tiempo furtivo, 1997); que va excavando sensaciones nuevas en nuestro interior y nos prolonga la experiencia duchampiana, Escalera (2006).  Son “ideas que ponen en práctica el concepto” (Sol LeWitt “Sentencias sobre arte conceptual”, 1968, recogido en Marchán Fiz, Del arte objetual al arte de concepto. Madrid, Akal, 1994), generando una base conceptual con propuestas de transformación del objeto artístico, tanto en la creación como en su recepción y mercantilización, con provocaciones con sentido contestatario y político. Conceptualismo que se desborda en sus instalaciones donde aborda las posibilidades de representación de la naturaleza o bien como desmaterialización de la obra artística y fundamentada en la idea, en el proyecto, que nos habla de su propio proceso de configuración y que nos recuerda también otras propuestas: Bruce Nauman, El artista verdadero es una fuente luminosa  (transparente sobre cristal, 1966) o Joseph Kosuth, Arte como idea como idea, 1968.

Un arte que altera la funcionalidad de los objetos, ¿qué sujetan esas escuadras (Paisajes endémicos (1997-2003)? Nada, “Nada que apoyar, Nada que soportar, Nada que objetar” (figura en otra obra de igual título de 1992) nada sino la inquietud de quien lo ve, evanescencia y suspensión del orden. Objetos, entre Duchamp y Beckett, para soportar la reflexión, la mirada que allí queda atrapada, la arena del desierto quebrada en el cristal. No hay escape tranquilizador.

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